75 años de la Revolución
de Octubre:

Cuando el voto se
conquistó con sangre

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El voto universal, directo y secreto costó vidas de venezolanos. Paradójico es que 75 años después las dinámicas políticas del siglo XXI, en el marco de un régimen que oprime las libertades, hayan condenado a los venezolanos a dividirse entre votantes y abstencionistas. Un dilema cuya solución permanece por ahora en la niebla de los designios inescrutables de la historia

Gregorio Salazar
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Venezuela tenía cuatro millones de habitantes, un joven partido impaciente por acceder al poder, una generación de oficiales empobrecida y ansiosa de sacudirse las vieja jerarquía gomecista y dos grandes generales, herederos del viejo régimen, que en su receloso juego por el poder no pudieron impedir el estallido del golpe que abrió las compuertas a la revolución cívico militar del 18 de octubre de 1945, hace hoy tres cuartos de siglo. 

Mes y medio antes predominaba el consenso alrededor del único venezolano que, se estimaba, podía prolongar el equilibrio en medio de semejantes tensiones: Diógenes Escalante, de dilatada carrera diplomática, decano de los embajadores ante el gobierno de los Estados Unidos. Su presidencia, que decidiría un congreso dominado casi íntegramente por el PDV del presidente Isaías Medina Angarita, aplacaría la premura de AD, daría garantías al plan evolutivo del mandatario, neutralizaría a López Contreras y así habría tiempo para enderezar los entuertos domésticos de los militares.

Diógenes Escalante, candidato a la Presidencia designado por el general Medina como su candidato para las elecciones de 1946 | Fundación Fotografía Urbana

Diógenes Escalante, candidato a la Presidencia designado por el general Medina como su candidato para las elecciones de 1946 | Fundación Fotografía Urbana

El recibimiento del candidato, de 66 años, fue casi un plebiscito. Mil doscientos setenta y nueve vehículos, cifra oficial, todos los poderes y unas 5 mil personas, cálculo de la prensa, bajaron a Maiquetía a esperar a Escalante, a quien los propios adecos, Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, habían visitado en Washington para advertirle que si no aceptaba la postulación que los factores en pugna le ofrecían sería inevitable una rebelión militar. En un ambiente de aclamación pisó Escalante tierra venezolana para poner fin a una ausencia de 9 años.

Los adecos tenían toda su confianza en la palabra empeñada por Escalante, “político moderno y de sensibilidad democrática”, para impulsar la reforma constitucional que daría el voto directo a toda la población mayor de 18 años, supieran leer o no, y además acabar con eso de que las mujeres votaran sólo para los concejos municipales. Betancourt escribiría que no querían el vuelco violento por “la lúcida idea que teníamos de que nuestro ascenso al Gobierno era inevitable, por gravitación natural, si al pueblo se le daba la oportunidad de votar”.

La fatalidad

Pero a la historia también la hilan designios inescrutables. Llegó la mañana en que si la fatalidad hubiera tomado presencia física seguramente habría sido un cisne negro lo que Ramón J. Velásquez, el secretario recién contratado, hubiera visto aletear en aquella suite del Hotel Ávila para trastornarle el entendimiento al distinguido huésped. El ceremonioso personaje dice repentinamente que no puede ir al desayuno pautado con los personeros del alto gobierno y del oficialista Partido Democrático Venezolano en Miraflores, porque le han robado camisas, chequeras, pañuelos…

Sorpresa, incredulidad, consternación. Una junta médica integrada por médicos elegidos por gobierno y oposición explora el caótico cuadro mental del candidato. El veredicto fue unánime: un caso irrecuperable. La primera ficha que volcaría las demás piezas del dominó. Surge la emergencia. Medina, negado a que el candidato no saliera de su entorno, propone in extremis, el 12 de septiembre, a su ministro de Agricultura, Angel Biaggini. Desangelado y demasiado medinista. Sería un títere del presidente. Negado.

Primeras revueltas populares en las calles de Caracas en octubre de 1945 | Archivos de Foto Galería Caracas

Primeras revueltas populares en las calles de Caracas en octubre de 1945 | Archivos de Foto Galería Caracas

Se acabó el consenso y recrudecieron las rivalidades. El frágil puente por el que se presumía podía transitar la República en paz por los próximos cinco años saltó en pedazos.  López Contreras pone lo suyo. Dice ver amenazas de retroceso institucional y advierte que aún tiene su uniforme de general en jefe “y no colgado de una percha”.

La Unión Patriótica Militar, encabezada por Pérez Jiménez, Delgado Chalbaud, Mario Vargas, quienes iniciaron los contactos con los civiles, conspiran cotidianamente con los adecos. El 16 de octubre ya está decidida la iniciativa insurreccional. La noche del 17, AD convoca a sus parciales al Nuevo Circo. En su discurso de más de una hora, el verbo encendido de Betancourt prende la mecha. El pueblo, escribiría el orador, cogió la seña y rumorea a la salida del coso taurino: “… esto se compuso, me está oliendo a pólvora...”.

Enfrentamiento entre leales y contrarios al gobierno de Medina en el golpe de Estado de 1945 | Jesús Sardá (Fundación Fotografía Urbana)

Enfrentamiento entre leales y contrarios al gobierno de Medina en el golpe de Estado de 1945 | Jesús Sardá (Fundación Fotografía Urbana)

Que el de Medina fue un régimen de amplias libertades políticas, para personas y partidos, nadie lo duda.  A los años diría que la elección del presidente por el voto directo era “una aspiración justa y máxima”, pero al que “no podíamos llegar de un salto sin exponernos a graves consecuencias”.

Cuando se agudiza la confrontación con López Contreras ve venir la crisis y en esos días le confiesa a su amigo el mayor Santiago Ochoa Briceño: “Estoy en estos bretes por no haberle hecho caso a Jóvito Villalba y a Mario Briceño Iragorry para aprovechar la reforma constitucional (de 1945) y haber aprobado el voto directo”.

Enfrentamiento entre leales y contrarios al gobierno de Medina en el golpe de Estado de 1945 | Jesús Sardá (Fundación Fotografía Urbana)

Enfrentamiento entre leales y contrarios al gobierno de Medina en el golpe de Estado de 1945 | Jesús Sardá (Fundación Fotografía Urbana)

Las escaramuzas comenzaron cerca del mediodía del 18 de octubre en la zona central de Caracas. Los alzados se concentran en la Escuela Militar, Miraflores y el Cuartel San Carlos, que los civiles saquearon y cargaron con armas, y de Maracay parten aviones hacia la capital.  La policía de Caracas, bajo el mando de Ochoa Briceño, se enfrenta a los sublevados en los alrededores de Miraflores y paga un alto costo en vidas.  Fue el último reducto. A las 24 horas habían cesado los enfrentamientos, que dejaron un saldo aproximado a los 400 muertos. Medina y su gabinete son detenidos. Faltaban seis meses para terminar su mandato.

A las 9 de la noche del 19, alumbrados con lámparas de gasolina, se juramenta en Miraflores la Junta Revolucionaria de Gobierno, mientras “en forma intermitente caían sobre la fachada del feo caserón crespero los foetazos de las balas disparadas por franco-tiradores hostiles”, relató Betancourt.

La presidió  Betancourt e integraron además Raúl Leoni, Luis Beltrán Prieto Figueroa y Gonzalo Barrios, por AD, y por el sector militar el mayor Carlos Delgado Chalbaud y el capitán Mario Vargas.  

Portada del diario El País cuatro días después del golpe de Estado del 18 de octubre de 1945 | Archivo de Politika Ucab

Portada del diario El País cuatro días después del golpe de Estado del 18 de octubre de 1945 | Archivo de Politika Ucab

Convocadas las elecciones generales de 1947, los resultados le dieron la razón a los cálculos de Betancourt y su copartidario Rómulo Gallegos ganó la presidencia con el 74% de los votos.

Encargado en febrero del 48 fue derrocado en noviembre por los mismos oficiales que se habían organizado junto con su partido para el golpe contra Medina, circunstancia que los detractores de AD han señalado como el “pecado original” que abrió los canales a los hechos de fuerza. Por décadas, los ecos de la Revolución de Octubre marcaron los debates y el decurso de la política venezolana. 

Miembros del gabinete ejecutivo de la Junta de Gobierno de 1945, de izquierda a derecha se encuentran entre otros: Pedro Acosta Oropeza, Luis Lander, Leopoldo Martínez Olavarría, Germán Herrera Umerez, Manuel Pérez Guerrero, Edgar Pardo Stolk, Juan Pablo Pérez Alfonzo, Edmundo Fernández, Raúl Leoni, Jesús María Herrera Mendoza, un invitado al Palacio de Miraflores, Samuel Belloso y Ángel Cervini | Archivos de Foto Galería Caracas

Miembros del gabinete ejecutivo de la Junta de Gobierno de 1945, de izquierda a derecha se encuentran entre otros: Pedro Acosta Oropeza, Luis Lander, Leopoldo Martínez Olavarría, Germán Herrera Umerez, Manuel Pérez Guerrero, Edgar Pardo Stolk, Juan Pablo Pérez Alfonzo, Edmundo Fernández, Raúl Leoni, Jesús María Herrera Mendoza, un invitado al Palacio de Miraflores, Samuel Belloso y Ángel Cervini | Archivos de Foto Galería Caracas

Así pues, la consagración del voto universal, directo y secreto para todos los venezolanos costó derramamiento de sangre. Paradójico es que 75 años después las dinámicas políticas del siglo XXI en el marco de un régimen que oprime las libertades hayan llevado a los venezolanos a dividirse entre votantes y abstencionistas. Un dilema cuya solución permanece por ahora en la niebla de los designios inescrutables de la historia.

Isaías Medina Angarita:

“No vacilé un momento en sacrificar mi condición política”

“El 18 de octubre constituyó para mí una sorpresa. Tenía, y no me duele proclamarlo, la confianza más absoluta e inquebrantable en la lealtad acrisolada de los oficiales del Ejército Nacional. No en la lealtad hacia un hombre, sino hacia el Presidente de la  República y hacia la superioridad jerárquica; no en la lealtad hacia un grupo político, sino hacia la Constitución y las leyes de la República que habían jurado defender aun al precio de la propia vida”.

“Marchaba la República en forma tan segura que, fuera de la agitación política natural a una época preeleccionaria, nada podía hacer prever actos que vinieran contra su vida constitucional; en realidad, la campaña de descrédito del Gobierno venía intensificándose en forma aguda y violenta y ese hecho mismo, mi deseo muy natural y, perdóneseme que lo diga, muy patriótico, de mantener al Ejército a la Armada, alejados de toda intervención política, fuera de mi profundo amor por ello y por lo que a ellos se refiriera, y mi anhelo de conservarles el buen nombre y el aprecio de que, tan merecidamente, gozaban en el ánimo público, me inclinaron a ordenar que la averiguación dispuesta se realizara en la forma más discreta, para evitar, hasta donde fuera posible, cualquier escándalo inconveniente para el prestigio de nuestra fuerzas armadas”.

“A seis meses del término de mi período presidencial no podía yo jamás creer que mis compañeros del Ejército quisieran dar en América el espectáculo violento de una sublevación militar contra un Gobierno, cuya actuación la posteridad juzgará, pero cuyos personeros, con todos los errores cometidos y los defectos que nos quieran imputar, teníamos la mejor voluntad de hacer obra de bien, y, en nuestro haber, realizaciones en todos los órdenes de la vida nacional que ni los más empecinados enemigos podrán negar”.

“Como lo expresé en un documento público: para evitarle a mi país los males de una prolongada conmoción, de la inseguridad, de la guerra civil y del desprestigio internacional, no vacilé un momento en sacrificar mi condición política, el prestigio del Gobierno que presidía, mi situación material y la de los míos y hasta el concepto que sobre mi valor de soldado pudiera formarse”.

“Desgraciadamente tal sacrificio fue inútil, porque si la guerra civil no se ha desencadenado sobre el país, en cambio una situación de desorganización, que conduce al caso, sigue su marcha trágica, sembrando de dificultades de todo género la vida de la Nación”.

Fuente: Medina Angarita, Isaías. Cuatro años de Democracia. Pensamiento Vivo C. A. Editores, Caracas. 1963.

Rómulo Betancourt:

“Un régimen anacrónico negaba al pueblo la libertad del sufragio”

“Fue culminación de un proceso revolucionario que en la calle, con la participación directa y activa del pueblo, venía canalizando a lo largo de más de una década el comando político de AD. Teníamos de ello nítida conciencia y por eso nunca admitimos, ni públicamente ni en el conciliábulo conspirativo con oficiales del Ejército, la posibilidad de que nosotros llegáramos a ser simple comparsa civil de una régimen militar”.

“Nos hubiéramos revelado mediocres conductores políticos de haber atrancado presurosamente las puertas de nuestras Casa Central cuando tocaron a ella oficiales de todas las armas, a repetir lo que a diario martillaban nuestras voces en la plaza pública: que era ya incompatible con la dignidad de la nación la persistencia de un régimen personalista, usurpador de la soberanía popular, empecinado en negarle a los venezolanos del derecho de escoger a sus gobernantes en libres comicios”.

“Estaban cerradas todas las vías de evolución sin saltos. No quedaba para la Venezuela democrática sino una salida: el hecho de fuerza. Y había que apresurarse a trajinar el azaroso camino, porque el general López Contreras también aceleraba sus propios planes golpistas. El país supo a qué atenerse, a ese respecto, cuando le escuchó pronunciarse, en discurso del día 14 de octubre, contra “la amenaza de retroceso institucional que se cernía sobre la patria; y añadir, sibilinamente, que en su casa tenía el uniforme de general en jefe, 'y no colgado de una percha'”.

“Nosotros, en la calle, cumplíamos lo que era nuestra tarea: suministrar grupos de militantes del Partido a los cuarteles, para que se terciaran el fusil del voluntario; explicarle a la opinión pública el sentido y el alcance de la insurrección y movilizar las reservas de lucha de la Venezuela irredenta para que contribuyera a echar por tierra a un régimen anacrónico, que negaba al pueblo la libertad del sufragio y manejaba a la nación como pertenencia privada de una camarilla personalizada”.

“Pero cualquiera que hubiera sido su origen, lo cierto es que estábamos animados de la indeclinable decisión de que el Gobierno provisional le diera al país el viraje revolucionario que reclamaba con apremio. Y el ambiente donde nació fue marco adecuado a esos propósitos, si se quiere recargado de color local. Se instaló a las 9 o 10 de la noche del 19 de octubre. No había luz eléctrica en el Palacio Presidencial, y con lámparas de gasolina fue alumbrada la memorable escena. En forma intermitente caían sobre la fachada del feo caserón crespero los foetazos de las balas, disparadas por franco-tiradores hostiles. Mezclados civiles y militares, todos con los rostros tensos, firmamos el acta constitutiva de la Junta Revolucionaria de Gobierno, por mí presidida e integrada por los doctores Raúl Leoni, Luis B. Pietro y Gonzalo Barrios, todos de Acción Democrática; por los militares mayor Carlos Delgado Chalbaud y Capitán Mario Vargas, y por el doctor Edmundo Fernández”.   

Fuente: Betancourt, Rómulo. Venezuela, Política y Petróleo. Monte Avila Editores. Colección Tiempo de Venezuela, Caracas, 1986.

Carlos Andrés Pérez:

“El 18 de octubre encaminó transformaciones profundas en la sociedad venezolana”

“El movimiento del 18 de octubre no fue organizado ni provocado por AD, por los líderes democráticos que luchaban seria y sinceramente  por la salida democrática. Al contrario, fueron muchos los intentos sinceros y serios para convencer a Medina de que convocara elecciones directas para evitar el golpe militar”.

“La Revolución de Octubre tuvo como gran cometido rescatar para el pueblo la soberanía, dando el derecho al voto a todos los venezolanos mayores de 18 años, alfabetas o analfabetas; y castigando a los reos de peculado que a lo largo de la historia venezolana habían hecho del tesoro público su botín. Proclama y promueve la justicia social con la reforma agraria y el nacionalismo económico, con el establecimiento de normas justas para la explotación del petróleo”.

“Medina no aceptaba elecciones directas y pretendía elegir a su sucesor, un tachirense. Era la continuidad del posgomecismo con su gran mentor, el doctor Uslar Pietri y su candidatura frustrada”.

“Uslar Pietri se veía como el gran beneficiario del proceso y su tragedia fue no poder ser el candidato presidencial; la Revolución de Octubre clausuró el ciclo y le cerró el camino a su irrenunciable ambición”.

“A medio siglo de distancia, asistimos a las últimas arremetidas de los derrotados de 1945, los herederos del gomecismo. Ahora sin posibilidades propias, pero en la revancha contra Acción Democrática”.

“El 18 de octubre inició un proceso político, social y económico que encaminó transformaciones profundas en la sociedad venezolana, en la economía y en la cultura. Fue una revolución en todo el sentido de la palabra. ¿Somos culpables de que después haya venido un retroceso que duró diez años?”

“La faz de Venezuela cambió de manera absoluta. Surgen las organizaciones políticas y la presencia de los partidos políticos le da vitalidad al país. Todo el debate ideológico y todas las grandes transformaciones de Venezuela surgen de la Revolución del 18 de Octubre. De manera que a más de 50 años de la Revolución, sólo se puede negar la significación de éste proceso porque todavía están vivos los autores y, sobre todo, porque están vivos los dolientes del proceso”.

“El debate ideológico, los partidos y las grandes transformaciones de Venezuela surgen con la Revolución de Octubre. Quienes asumen el poder son personas que no han tenido ninguna experiencia en la conducción del Estado, ni siquiera en la organización municipal. Los odios acumulados que se incrementaron durante la etapa gomecista, producen explosiones tan exageradas como los juicios de responsabilidad civil. Errores de gente sin experiencia. Así son los procesos revolucionarios y el 18 de octubre fue una revolución”.

Fuente: Hernández Ramón y Giusti Roberto. Carlos Andrés Pérez: Memorias Proscritas. Libros El Nacional, Colección Fuera de Serie. Caracas, 2006.

Arturo Uslar Pietri:

“El país dio un salto muy grande en la oscuridad”

“Medina fue un caso excepcional dentro de la historia venezolana. Formado en los cuarteles en la época más dura y cerrada de la tradición caudillista, nunca aceptó que Venezuela estuviera condenada a ser gobernada por hombres de presa, sino que confiaba en que era posible alcanzar un estado de legalidad democrática con plenitud de derechos, libertad y justicia”.

“Llegado al poder por la única vía que podía estar abierta para un hombre de su calidad moral, la del sistema constitucional, asombró a todos, desde el primer momento, por la sinceridad de su fe democrática, por la firmeza de su orientación progresista y por la audacia de sus realizaciones”.

“Con Presupuestos irrisorios a la luz de los que hoy ha llegado a manejar el Gobierno (…) realizó una extensa obra de progreso material: carreteras, irrigación, aeropuertos, escuelas, inició la Ciudad Universitaria de Caracas y abrió una nueva era para el urbanismo con la realización de El Silencio”.

“El 18 de octubre fue una sorpresa para todos los militares venezolanos y para todos los civiles venezolanos. El 18 de octubre fue un golpe de Estado apreciado por dos minorías, una de oficiales del Ejército y otra minoría política que era el partido Acción Democrática, que en ese momento no tenía más de veinte mil militantes en todo el país (…) Si a alguien le hubieran preguntado, cuatro meses antes, si Acción Democrática estaba en posibilidades de conquistar el poder, se hubiera reído cualquier persona en la calle, y si te hubieran preguntado si en el Ejército estaban preparando un golpe, tampoco lo hubieras creído, porque era evidentemente una minoría”.  

“El 18 de octubre estaban comprometidos en el máximum del compromiso ciento cincuenta oficiales y esa era todo lo que tenían, y el ejército tenía, en ese momento, bastante más de mil oficiales, de modo pues, eso era una minoría. Y, pese a la sorpresas, el 18 de octubre fue el punto de una serie de casualidades, de coincidencias, de circunstancias que se dieron en ese momento, y que permitieron que tuviera éxito algo que tenía muy pocas posibilidades de tener éxito, por las circunstancias en que se daba, por la falta de fuera que tenía para darse”.

“Desde luego las consecuencias fueron inmensas, porque significó una ruptura de un proceso (…) Venezuela, el 18 de octubre, tenía más de 43 años que no presenciaba guerras,  que no presenciaba la conquista violenta del poder; tenía más, tenía 46 años, que es mucho más que la vida de una generación, de modo que los venezolanos no habían visto las conquista violenta del poder desde el momento en que Castro tomó a Caracas (…) el país seguía evolucionando y seguiría marchando por otras vías, por vías electorales, por vías de oposición política, pero la conquista violenta del poder, no estaba en el panorama de la gente que podía ver con alguna objetividad el país en su presente y su futuro. (…) (El 18 de octubre) es una ruptura radical, es la ruptura de un proceso evolutivo que tenía Venezuela, un proceso que ocasionó desajustes muy grandes”.

“Todo se cambió, se alteró el país que estaba, hasta ese momento, manejado por un grupo de hombres muy seleccionados, muy capaces, de la gente más calificada que se tenía y entonces entraron a gobernar un grupo de gente muy joven, sin ninguna experiencia –de ninguna especie-, administrativa, de modo que el país dio un salto muy grande en la oscuridad y eso ocasionó caos, medidas ilógicas y absurdas, desajustes terribles de los cuales el país ni siquiera se ha repuesto. Por ejemplo, un simple hecho puedo decirlo yo a esta distancia: Venezuela tenía una disciplina fiscal heredada de Gómez, muy rígido y muy útil, es decir, había un presupuesto y ese presupuesto se cumplía, y los créditos adicionales eran una verdadera excepción. La Ley Orgánica del Fisco Nacional se cumplía rigurosamente bajo Gómez y eso lo heredaron López Contreras y Medina. Bajo López Contreras y Medina los ministros no podíamos salirnos del presupuesto, el mover una partida era un problema muy grave y el pedir un crédito adicional era casi escandaloso. El país no tenía deuda, vivía de su presupuesto equilibrado, había una disciplina fiscal, cuando yo estuve. Eso se rompió y más nunca se ha recuperado. Venezuela ha vivido en el desorden fiscal desde el 18 de octubre hasta hoy, y seguimos sin poder salir de él”.

“No hay duda de que si no hubiera habido un 18 de octubre, yo hubiera sido Presidente de Venezuela en un momento u otro. Era evidente. Yo era el político joven más importante de Venezuela en ese momento, yo era la figura central del más grande partido político que tenía el país, que era el PDV, Partido Democrático Venezolano, yo estaba en plena actividad política, el PDV dominaba el Congreso, la Asamblea Legislativa, los Concejos Municipales, era una fuerza, la fuerza política más grande y más organizada del país, de modo que estaba en la más elemental lógica que tarde o temprano yo iba a ser Presidente de la República”.

Fuentes: Prólogo a Medina Angarita, Isaías. Cuatro años de Democracia. Pensamiento Vivo C. A. Editores, Caracas. 1963.

Ovalles, Caupolicán. Conversación con Arturo Uslar Pietri. Revista Nacional de Cultura. N° 265. Conac, Caracas, 1987.