Tiene 69 años, siempre vivió cerca de la carretera que, atravesando selvas y sabanas, conectó Santa Elena de Uairén e Ikabarú. Su papá trabajó con las cuadrillas del Ministerio de Obras Públicas (MOP). Por esa carretera llegan desde entonces y cada vez más, mineros, de suruka, de batea, de bombita, de máquina, de balsa, de misil. Fue por causa de la mina que su familia quedó sin agua para tomar y llegó la mezquindad
Yo nací donde dicen Aeropostal, después de Kanayeutá. Los viejos no vivían en un solo lugar. Iban así, a visitar a la familia, pasaban un año, dos años y regresaban. Yo nací fue el año 1953.
Eso no es Aeropostal, eso se llama Arapuetá. Nosotros llamamos arapué una totuma redonda. Pero lo que pasa es que los criollos, los mineros, lo pusieron Aeropostal.
Mi papá estuvo en la Misión (en Santa Elena de Uairén), mi mamá estuvo en la Misión. Mi papá quería estudiar, pero el padre Diego (José Valdarena) lo mandaba a sembrar y entonces no siguió estudiando. Aprendió a sembrar y ahí se casó. Él decía que le gustaba era matemáticas.
No hace mucho mi papá se murió. Tenía 94 años. Murió en octubre (2021), por ahí. Yo no supe cuándo murió mi papá. Yo estaba mal. Me dio Covid, me vi mal. Yo cuidaba a mi papá, en Surukún. Lo bañaba y cambiaba. Mi esposo venía y se iba pa Las Agallas.
Kamaiwá, sus primeros recuerdos
En Kamaiwá (en las adyacencias de la vía que ahora conecta a Santa Elena y la frontera). Ahí fue que nos criamos. Ese cerro grande tiene su historia.
Lo llaman así porque había un señor y su esposa que vivían por ahí. Antes no usaban bácula sino puro cerbatana. Entonces, el tipo mataba pavas, con kurare (veneno), que metían en la cerbatana. La esposa estaba ahí, calentándose, prendió candela. En ese momento, viene un murciélago grande y agarra a la doñita. Se la lleva para otro cerro. El esposo se puso a hacer bastantes flechitas. Se fue por ahí, encontró una gruta grande, pero ya se la había comido. Phssss, Phsss, Phsss. Empezó a flechar, hasta que cayó. Mi primo dice que antes él veía como unas flechitas en ese cerro. Al señor le decían Kamaiwá, por una avispa grande.
Nosotros vivíamos del conuco. Eso es lo que trabajaba mi papá, tumbaba conuco, hacían casabe, kachiri, parakarí. Entonces, invitaban la gente al trabajo, ese que nosotros llamamos mayú (trabajo colectivo). Así nos criaron, de pura cacería, venado, danto, akurí.
Surukún, su escuela en la selva
Bueno, después que me puse ya grandecita, ayudaba a mi mamá, a rallar yuca, con el rayo a mano. Y después, me fui con mi abuela, a Surukún, en el monte.
Mi abuela me estaba enseñando a hacer casabe, Kachirí y después aprendí a levantar sebucán (el escurridor de yuca tejido con fibra de manare), con eso era que nosotros secábamos la masa y después a cernir. Hay un cernidor, también de manare, que nosotros llamamos woroworí.
Así fue que aprendí, yo nunca fui para la escuela. Yo no leo bien, ni escribo. Mi nombre sí.
Mi abuela hilaba, sacaba la pepita de algodón, lo ponía aquí (sobre su muslo amasándolo cuidadosa, con las yemas de sus dedos índice, medio y anular) y después con la varita hacía un hilo. Tiene que ser bastante para que salga un chinchorro grande y la cabuyera. Yo sé, pero me estoy quedando ciega (por la diabetes). Nunca dormí en una cama, ahora de vieja, sí.
Eso donde estamos ahorita -su casa familiar, entre la carretera y el río Surukún- era campamento del MOP, después se mudaron pa’ La Colonia y quedaron unas casitas.
Después fue que mi papá empezó a trabajar con el MOP (Ministerio de Obras Públicas), haciendo la carretera (esa franja de granzón que conecta Santa Elena e Ikabarú).
No había mucho carro. Solamente, el señor ese que trabajaba en el MOP, un tal Moreno. Había mineros, pero no así con máquinas, era con surukas, brasileros y algunos venezolanos. Nosotros no. Yo no me metí en eso. Mi papá trabajaba, pero mi mamá nunca fue para la mina.
Los del MOP, que conocían a mi papá, llegaban ahí. Uno aprendió, aunque sea a hablar un poquito porque en el monte quién me iba a enseñar a hablar castellano.
Cuando mi papá salió del MOP, fue que hizo la casa en Surukún. El río era limpio, bien bonita el agua, clarita, había pescado Mi papá iba en una canoa y sacaba pescado, sardinas, bagre.
No me acuerdo del año en que el río (el Surukún) comenzó a ponerse así (turbio, como arcilla batida), pero fue porque comenzaron a trabajar en El Polaco (la mina en donde hallaron el diamante Libertador de 155 kilates). Eso está destruido.
Cuando hace verano, el rabincito (la naciente de agua) que tenemos, donde agarramos agua, eso se seca. Entonces, tenemos que agarrar de ahí, del Surukún. Ese es muy doloroso.
Extraño estar en Surukún, pero yo solita no puedo. Después que me dio el Covid no siento nada. Yo tenía mi conuco, ahí en Surukún. Trabajaba, llevaba mi gente a sembrar. Tenía mapuey, piña, yuca dulce. Cuando yo estaba en el hospital entraron. El brasilero que tiene el campamento ahí, antes de llegar a Surukún, de allá de Paraitepuy, metió ganado y me acabaron mi conuco.
Las Agallás y Apoipó, la mina avanza
El papá de mi esposo era de Urimán, la mamá era makuxi (indígenas del lado brasilero). Él fue el que me enseñó castellano porque él se crio con unos criollos. Una señora lo llevó con ella y entonces empezó a andar con los mineros pa arriba y pa abajo.
Después que yo me casé, me fui pa Las Agallas y caminé también. Fui para Apoipó. Era bonito, pero ahorita es pura arena. Yo viví un tiempo ahí, en el puente, donde dicen Wadaké. Los mineros andaban por ahí, bajaban por el río, llevaban mercancía, motores, trabajaban. Ahí fue que esa gente destruyó todo eso. Ahora, como no hay nada, ya algunos salieron.
Si, había mina en Apoipó, casi año 2000, pero no tanto como ahora. Ya un señor, que parece que era capitán, tenía su máquina. Después, empecé a ver máquinas.
Después, se metieron ahí en Las Agallas, había mucha máquina. Eso está destruido.
A veces pienso, antes no se veía cosa, como se está viendo ahora. Eso era tranquilo, que uno tenía su conuco, hacía su kachiri y todo eso. Eso lo extraño. A veces, nosotros íbamos a echar barbasco, a pescar. Ahorita, los paisanos, como vieron mina, como vieron oro, ya todo se dañó. No quieren tener conuco. La mina pone la gente mezquina.
Porque antes no era así. Uno invitaba a la gente. Ahorita, no se ve. Porque aquella, tu vecina, puede agarrar oro ¿Tú crees que te invita? No. Antes no era así. Se decía “Tumá, tumá, tumá serö”, vengan a compartir el tumá. Llamaban a la gente y entonces uno llevaba. Yo, por lo menos llevaba mi ollita con tumá. Ahí se empezaba a comer, todo el mundo.
Yo todavía no tengo eso. Yo cualquiera cosa tengo que ofrecer a una persona -A nosotros la primera vez nos invitó cambur, la segunda piña, la tercera guama-. Lo que siempre tengo es tumá, aürosá (una especie de espinaca silvestre) y presa (algún tipo de proteína animal). Llega un conocido: “toma, vamos a comer”, lo invito. Porque mi mamá me ensenó así.
Sin oro y con hambre
Tuve once muchachos, pero se me murieron tres.Yo tengo mi hijo que tiene 13 muchachos. Ahí, en Solís, de Cinco Ranchos (también en esa vía entre Santa Elena e Ikabarú). Esos si pasan trabajo. Claro, él trabaja mina, pero a veces no agarra. No tienen ropa. A veces, duermen en el suelo. Así, pobremente. Trabaja, pero ahorita casi no se consigue nada. Ya se acabó el oro.
En estos días voy y hablo con mis nietos porque ya tengo nietos hombres, que trabajen, que siembren, que sé yo: plátanos porque ahorita se vende todo. Plátano, casabe, kumachí, eso se vende. Yo trabajé con eso, hacía kumachi y venía la señora de Caracas a comprarme eso. Después que me enfermé, me quedé sin fuerza. A veces me dan mareos.
Voy a hablar con mis nietos porque el esposo mío está haciendo conuco, pero solo no puede.
El futuro y un mal recuerdo
Estoy viendo todo más peor. Antes no era así. Uno podía caminar, por ese pueblo (por Santa Elena de Uairén). Ahorita no, hay muchos malandros, drogas. Entonces uno vive con miedo.
Yo viví en El Platanal, Peraitepuy, (también en la carretera entre Santa Elena e Ikabarú). Tuve dos muchachos ahí. Mi esposo, ya había empezado a trabajar mina y me dejaba sola. Entonces, cuando yo estaba ahí, casi que me violan. Ahí fue que me atacaron, eran tres. Me llevé un susto.
Mi hija Yajaira no tenía un año, ahorita tiene 40. Cortaron la cortina y el chinchorro del niño, el mecate lo zumbaron pal suelo y me llevaron seis sardinas que tenía en la cocina. Me jurungaron mi maletica. Vinimos pal Comando de la Guardia. Citaron al hombre, pero no vino.
Taritas con casabe
De ahí, nos fuimos pa Waramasén (aproximadamente a 25 kilómetros de Santa Elena). Mi esposo hizo conuco, sembró plátanos, pero todo el mundo tenía plátanos, todo el mundo tenía caraotas y nosotros no podíamos vender. Pasamos hambre porque pa comprar pescao, no había nada de real. Mi esposo salía, para Santa Elena y no vendía y regresaba sin sal, ni nada.
El salía a cazar, no cazaba y los niños con hambre. Los niños andaban con una varita matando taritas, con su casabito en la mano. Mataban su tarita y comían.
Entonces, el esposo mío volvió a venir pa Las Agallas. Como él sabía el terreno, trabajó, agarró un poquito de oro. “Vámonos de aquí”, me dijo. “No, vámonos pa Las Agallas”. Así, empezamos ahí.