Cruz-Diez: una visión que revolucionó el color

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Valentina Rodríguez

Todo venezolano con algo de cultura visual es capaz de reconocer –y reconocerse- en una obra de Carlos Cruz-Diez (Caracas, 1923-París, 2019). Desde la década de los años 70 del siglo pasado, calles, edificios, salas, jardines, marquesinas y plazas de la capital venezolana y de algunas de las principales ciudades del país se llenaron de color y movimiento. Años más tarde, su obra llegaría a ciudades europeas, latinoamericanas, asiáticas y de Estados Unidos. 

“Existe en el inconsciente colectivo la idea de que el arte es un cuadro colgado en un museo, pero el arte es vida”, afirmaba el artista nacido en La Pastora. 

Cruz-Diez fue uno de los pocos artistas venezolanos que logró hacer un arte de su tiempo: formó parte del movimiento cinético en el momento mismo en que se estaba desarrollando en Europa (1950); y aportó algo nuevo al estudio del color en la historia de occidente. En esto radica parte de su legado, importancia y trascendencia fuera de las fronteras de Venezuela.

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“Él –y Jesús Soto– formaron parte del movimiento cinético en el momento mismo en que se estaba desarrollando en Europa: por primera vez los venezolanos teníamos artistas que estaban hablando de tú a tú con los artistas europeos y de otros países. También Cruz-Diez fue uno de los pocos que trabajó el color no como pigmento, sino como luz, el color luz; trabajó el color como un elemento inmaterial, electromagnético”, señala Ariel Jiménez, historiador del arte y asistente del artista entre 1977 y 1984.

El arte cinético o cinetismo es una corriente artística que surgió en París, Francia, en la década de los 50. Se caracteriza por obras que tienen o simulan movimiento, por lo que suelen interactuar con elementos “exteriores” como pueden ser el viento, el agua, algunos tipos de motores e incluso la luz o el electromagnetismo.

“Con el arte cinético, las artes plásticas del siglo XX pasaron del movimiento virtual, plástico, que siempre había existido en la obra pintada o esculpida, al movimiento real o –a veces y como en el cine– a la captación ilusoria de movimiento gracias a las propias facultades de la visión humana”, explica la curadora María Elena Ramos, en el libro De las formas del arte. 

El también apodado “Maestro del Color”, tuvo otras particularidades que lo hicieron destacar del resto de los artistas de su época: “Fue un creador e inventor, tanto en los problemas plásticos que se planteó –la idea de liberar el color de la forma–, como en las herramientas que tuvo que fabricarse para poder trabajar con los materiales de su tiempo, entre ellos el aluminio y el PVC”, cuenta Jiménez. 

El oriundo de La Pastora y egresado de la Escuela de Artes Plásticas y Aplicadas de Caracas debió fabricar muchas de las herramientas para poder materializar su obra: “Él trabajó con los materiales y la estética de nuestro tiempo y para trabajar con esos materiales tuvo que inventar máquinas personales, ya que sólo existían máquinas para uso industrial. Cruz-Diez fue a varias fábricas para ver cómo trabajaban el aluminio (plegado, cortado, pegado y pintarlo); para luego fabricarse él sus propias herramientas y poder trabajar con el aluminio. Un día habrá que hacer una exposición de las herramientas que fabricó, porque son realmente espectaculares”, apunta Jiménez.  

El artista –quien tras más de cinco décadas viviendo en la capital francesa recibió la nacionalidad gala–, se limitó a muy pocos soportes, llevó su obra desde jardines, como el Laberinto Cromovegetal de la Universidad Simón Bolívar, pasando por el mundo de la moda, con la colaboración con el diseñador caraqueño Óscar Carvallo en la colección Un voyage Cinétique, en 2008; hasta carátulas de discos: Equilibrio de Guaco (2000).

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Proyectó más de 260 obras de arte integradas a los espacios públicos, a la arquitectura y al hábitat en las principales capitales del mundo, siendo Venezuela el país con mayor número de obras de carácter monumental. Una de las primeras fue la Cromointerferencia de color aditivo, ubicada en el Aeropuerto Internacional de Simón Bolívar de Maiquetía, que en los últimos años se convirtió en la imagen de la diáspora venezolana.

“Esto tiene dos vertientes, una muy dolorosa, como lo es el abandono del país; la otra, que la obra se convirtió en el símbolo de algo profundamente humano y afectivo, y eso muy pocos países lo tienen (...) Pero, así como fue el sitio de partida, va a ser el sitio de regreso”, dijo Cruz-Diez en una entrevista en 2016. 

FICHA TÉCNICA
IDEA: Arte Cinético
AUTOR: Carlos Cruz-Diez
ÁREA: Artes plásticas
FECHA: Durante la década de los 50, Cruz-Diez formó parte del movimiento cinético en el momento mismo en que se estaba desarrollando en Europa