De un sistema de salud modelo al peor ejemplo de la región
21 años fue tiempo suficiente para llevar a cabo la ruina del sistema de salud venezolano. En apenas dos décadas, el chavismo fue capaz de dar al traste con un sistema que no solo fue ejemplo en la región sino pionero en el mundo, al punto de que para principio de los años 60 del siglo pasado Venezuela disponía de más camas hospitalarias que Alemania y había vencido la malaria antes que Italia.
De aquel esplendor no queda nada. El estado actual de los 300 hospitales repartidos por todo el país es el mejor reflejo de desidia y corrupción, la cara más aguda de la crisis que se vive en un país otrora rico, donde sus ciudadanos mueren en centros asistenciales que no cuentan con las condiciones mínimas para salvarles la vida.
Se trata de una crisis multifactorial. Falta de personal; infraestructura colapsada; carencia de servicios públicos básicos; sueldos de hambre; reducción de la cantidad de camas; falta de equipos; de insumos y de medicamentos; total ausencia de estadísticas oficiales y un largo etcétera, forman parte del día a día para el sector y es el telón de fondo de alta migración que se ha aprecia en el personal, por demás muy apreciado en el exterior dada la precisión de sus diagnósticos, su capacidad para la resolución de problemas cruciales y la calidad humana del trato a los pacientes.
Botones sobran para demostrar esta cruda realidad. De acuerdo con datos de la Organización Panamericana de la Salud, para 1999 Venezuela contaba con unos 20 médicos por cada 10.000 habitantes, de los cuales poco más de la mitad (50,5%) tenía una especialidad y el resto médicos generales.
A falta de cifras oficiales, la última publicación de la Encuesta Nacional de Hospitales señala que, en promedio, para el año 2019 solo 3,5 de cada 10 médicos que labora en hospitales públicos tiene alguna especialidad, lo que se traduce en una reducción de 65% en el número de expertos en diferentes patologías disponibles para atender a la población.
La misma encuesta descubrió que solo entre 2018 y 2019 hubo una reducción de 24% en el número de enfermeras auxiliares que laboraban en los hospitales públicos a escala nacional.
Pero si la disminución de personal es el mayor de los retos del sistema de salud venezolano, la escasez de camas para la atención de los pacientes pudiese describirse como el golpe más duro a la población, pues la insuficiencia de camas, insumos y equipos ha obligado a los galenos, en no pocas ocasiones, a negar la atención a los pacientes.
De hecho, según el Global Health Security Index del 2019, Venezuela es uno de los países de la región con menor disposición de camas hospitalarias, con apenas 80 por cada 100 mil habitantes. Colombia cuenta con 170, Bolivia con 130 y Brasil con 210, por solo nombrar algunas naciones vecinas.
Otros datos pueden ser más demostrativos. En marzo de 2020, el actual presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, dijo que para hacer frente a la pandemia del covid-19 el país contaba con 15.003 camas hospitalarias, distribuidas entre la red pública y Barrio Adentro.
Casi dos décadas atrás, en 2001, según datos de la Organización Panamericana de la Salud, la disponibilidad de camas del entonces Ministerio de Salud y Desarrollo Social (MSDS), era de 28.546 camas, lo que demuestra que en los últimos años ni siquiera la creación de una red de salud paralela (Barrio Adentro) logró la incorporación de más camas al sistema sanitario. Todo lo contrario: el régimen revolucionario logró reducir su número.
Del esplendor a la oscuridad
Los años, las reformas y las nuevas instrucciones no vinieron en vano. El último ministro de Sanidad antes de la llegada de la 'revolución', José Félix Oletta, asegura que “por donde lo veas el balance de estos 20 años es simplemente de destrucción”.
“Cuando yo estaba en el Ministerio había un sistema de salud con todos sus masculinos, porque no vamos a decir que era perfecto, tenía una cantidad de problemas, pero estaba organizado, era una gestión de salud reservar y había una contraloría que verificaba cómo se hacía el gasto en materia de salud”.
Oletta, quien estuvo al frente del Ministerio por 23 meses antes de la toma de poder de Hugo Chávez, explica que para entonces había un proceso de organización dentro del servicio público de salud que daba respuestas en todos los niveles de asistencia. Para ese momento había 17 programas sanitarios a nivel nacional, el principal estaba dirigido a la atención materno-infantil, aunque también los había dedicados al control y prevención de enfermedades endémicas, alcanzando, por ejemplo, la erradicación del sarampión para el año 1999.
Asimismo, durante este período se había dado inicio a la descentralización del sistema de salud, lo que utilizaron los recursos financieros llegaran más fácilmente, pues eran las gobernaciones y alcaldías los entes encargados de manejar los recursos, reduciendo así la burocracia.
Además, por contar con algunos de los hospitales especializados más avanzados de la región, Venezuela despuntaba como centro de formación que irradiaba a toda América Latina.
“En la región, muchos médicos venían a estudiar a Venezuela para especializarse, había becas y alrededor de 150 postgrados clínicos dependientes de las siete facultades de medicinas en todo el país. Era una provisión de recursos humanos altamente calificados, profesionales de primera categoría”, expresa el epidemiólogo José Félix Oletta.
Al momento de llegar Hugo Chávez al poder, Venezuela contaba con 5.089 establecimientos de salud públicos, de los cuales 4.793 eran ambulatorios y 296 hospitales.
Tras asumir el mando, el primer cambio propulsado por el recién estrenado mandatario fue cambiar la estructura del ente rector, que pasó de ser Ministerio de Sanidad a Ministerio de Salud, dando así inicio a la época más oscura del sistema sanitario. En el tiempo transcurrido desde entonces, Venezuela vivió la máxima bonanza petrolera, pero las promesas hechas en materia de salud pasaron a la historia como ofertas incumplidas.
Un sistema de salud paralelo
El quiebre del sistema de salud venezolano tuvo su punto de retorno con la construcción de una red paralela. Barrio Adentro se conformó en 2003 con el objetivo de “brindar atención primaria en salud” . El primer paso fue la construcción de más de ocho mil consultorios populares y puntos de consulta a nivel nacional.
Para ello, Hugo Chávez consideró que era necesario contar con un equipo de médicos, ya tales efectos echó mano de las misiones médicas cubanas presentes en el país desde 1999 tras el deslave ocurrido en el estado Vargas.
“La degeneración hizo que la estructura sanitaria venezolana fundada en 1936, pionera en varios aspectos de la medicina tanto de la salud pública como de la medicina clínica, haya dejado de existir”
El primer grupo estuvo conformado por 53 médicos que se establecieron en diez parroquias del municipio Libertador de Caracas. Luego de esto nació oficialmente la “Misión médica cubana”, posicionando en esta nueva estructura de sistema sanitario personas de otra nacionalidad que desplazaron a los médicos venezolanos y comenzó a dejar a un lado el sistema de salud tradicional.
José Félix Oletta reitera que a “partir del año 2003 se generó un gravísimo problema por la duplicación de los sistemas sanitarios, agravado por el hecho de que Barrio Adentro nunca rindió cuentas de sus actividades al Ministerio, que le dio todos los privilegios a este nuevo sistema”.
Es así como llegamos al 2021 con su sistema de salud carcomido por la desidia, condenado por problemas de financiación y de organización, inducidos por un proyecto paralelo que “no solo deterioró la calidad de los servicios, sino que trastocó por completo las normativas de calidad”. De una estructura sanitaria que fue ejemplo y referencia en el continente, que llegó a ser piloto en la erradicación de muchas enfermedades que hoy han vuelto, además de modelo de educación médica de primera línea.
La esperanza que se vislumbra
La realidad es que el sistema sanitario nacional está colapsado como nunca se pensó que estaría. Aun así, especialistas aseguran que se está a tiempo de recuperarlo.
El médico internista Gustavo Villasmil, quien también es profesor de la Universidad Central de Venezuela (UCV), presenta en diez pasos cómo recuperar la red hospitalaria nacional y el sistema sanitario y de servicios.
- Crear un gran programa de alianzas público-privadas que recuperar el funcionamiento de los centros de salud, contando con insumos, material médico quirúrgico y los grandes ausentes durante la pandemia: equipos de protección personal.
- Remunerar al capital médico y a todo el personal de la salud de acuerdo con estándares internacionales, salarios competitivos en el mercado, para atraer a los profesionales que dejaron el país.
- Promover altos estándares de formación médica, que Venezuela vuelva a tener una élite médica de primera como las que tuvo, formada dentro y fuera del país.
- Establecer un sistema de seguridad social que sea autosustentable, que pague las cuentas del venezolano enfermo y le quite el peso de tener que pagar de su bolsillo.
- Atacar sus grandes problemas sanitarios con campañas de vacunación y de exterminio de mosquitos transmisores de enfermedades tropicales, como se hizo en el pasado para erradicar la difteria, el paludismo y el sarampión.
- Generar mecanismos contralores férreos sobre el uso del dinero público dirigido a la salud, con la implementación de medidas que penalicen a quienes hagan mal usos de dichos fondos.
- Mejorar los salarios en general, pues la enfermedad sigue a la pobreza como la sombra al cuerpo: un país de gente que no tiene qué comer, de trabajadores que ganan dos dólares al mes, es un país de enfermos.
- Recuperar las estructuras físicas de los centros de salud a través de alianzas con la empresa privada, lo que además se convierte en una gran fuente de empleo.
- Buscar tecnología médica, recuperar los equipos existentes en todo el país y pedir apoyo a gobiernos amigos para reabastecer el sistema hospitalario nacional.
- Elevar su nivel del servicio prestado: no puede seguir existiendo medicina para el que tiene dinero y otra para el que no lo tiene.
Villasmil reitera que todo esto es posible únicamente con un cambio político que permita la llegada de nuevas autoridades. Afirma además que solo el “día en el que un político o una persona de poder diga que llevará a sus familiares a un hospital público, ese día diré que en efecto las cosas cambiaron”.
Mientras ello ocurre, el sistema de salud público sigue siendo el mayor ejemplo de la destrucción de programas pilotos como los creados para erradicar enfermedades como la malaria, el paludismo, la difteria o el sarampión; es la debacle de programas de formación para profesionales de la salud líderes en toda Latinoamérica, con el cierre de postgrados innovadores en hospitales como el JM de los Ríos.
Es la paralización o nula creación de nuevos centros hospitalarios innovadores, la desaparición de tecnologías de punta al servicio de la población, la canibalización de prácticas médicas como consecuencia de las reiteradas fallas en servicios públicos básicos (agua o electricidad).
Con ese panorama, el sistema público de salud venezolano enfrenta el segundo año de la peor pandemia que ha vivido la humanidad en el último siglo, con la tenacidad y abnegación de su personal como las mayores —ya veces únicas— armas disponibles, y con la esperanza de que Venezuela recupere algún día la calidad sanitaria que alguna vez alcanzó.