La potencia turística que nunca fue

El archipiélago de Los Roques, la isla de Margarita, el Salto Ángel, Canaima, el teleférico de Mérida (el más alto y largo del mundo), más de 3.000 kilómetros de costas continentales y muchos otros exóticos paisajes hacen de Venezuela el séptimo país con la mayor biodiversidad del planeta. El slogan de una campaña promocional de la década de los 70 resumía en una sola frase sus bondades: 'Venezuela, el secreto mejor guardado del Caribe'. 

Entre los años 70 y 80, la cuna de Bolívar despertaba la curiosidad de miles de turistas atraídos por selvas y montañas, por las rocas más antiguas del planeta, por los llanos infinitos, por Caracas, una de las capitales más pujantes y modernas del continente. Aviones y cruceros llegaban a La Guaira, Puerto La Cruz, Margarita y Puerto Cabello con miles de visitantes ansiosos por descubrir sus bellezas naturales. Pero la burbuja se desinfló antes de que el país llegara a convertirse en la potencia que estaba llamada a ser.

“Segundo plano”. Ese es el lugar que se le ha dado al turismo desde siempre, desplazado por la otrora boyante actividad petrolera. Con la llegada del nuevo milenio y el chavismo en el poder, las promesas de reimpulso del turismo cobraron vigor, al punto de darle rango ministerial a esta actividad en aras de resaltar su importancia. Pero como en otras áreas, todo fue una mera ilusión, pues dos décadas después el turismo sigue ocupando el mismo segundo lugar de siempre. 

Aunque las promesas llovieron desde varias instancias gubernamentales, las acciones adversas también, entre ellas la ola de expropiaciones que estremeció al sector. Desde 2005, el gobierno chavista se dedicó a confiscar y expropiar infraestructuras hoteleras de grandes cadenas internacionales –Meliá, Hilton e Intercontinental- para convertirlas al turismo social, “recuperar espacios y captar divisas en un convenio para operadores turísticos”, como vociferaba el régimen.

Como era de esperarse, la fórmula expropiadora no funcionó. Por el contrario, conllevó al deterioro, abandono y hasta destrucción de esos espacios, al punto de que en los últimos años el gobierno se ha visto en la necesidad de entregarlos a empresas privadas que los pueden operar, ante su incapacidad para hacerlo.

Para Leudo González, presidente del Consejo Superior de Turismo en Venezuela (Conseturismo), este sector “no tiene la importancia debida y requerida para su promoción y desarrollo”. A su entender, el mayor error ha sido que siempre se ha favorecido el turismo emisivo; es decir, se ha dado importancia a desarrollar y promover la salida de turistas venezolanos hacia el mundo, en contraposición con captar visitantes internacionales.

“El turismo nunca ha tenido la importancia debida y requerida para su promoción y desarrollo”
Leudo González | Presidente de Conseturismo

“El balance siempre fue negativo en este sentido en un déficit casi de cuatro veces: por cada 100 personas que llegaban a Venezuela, más o menos 400 salían”, dice el representante de Conseturismo.

En la medida en que las condiciones económicas, políticas y sociales del país se fueron deteriorando –especialmente desde el arribo de Nicolás Maduro al poder-, también aparecieron obstáculos para el desarrollo de las actividades turísticas. En este punto coinciden varios especialistas del área. Nicola Furnari, presidente de la Asociación Venezolana de Agencias de Viajes y Turismo (Avavit) sostiene que en los últimos 20 años el panorama ha sido bastante cambiante, pero ratifica que la peor parte se la ha llevado el turismo receptivo.

Tanto el representante de Conseturismo como el de Avavit, además del vocero de la Federación Nacional de Hoteles de Venezuela (Fenahoven), hacen hincapié en que la decadencia del sector está íntimamente ligada a la crisis del país y varios de sus puntos más resaltantes: el control de cambio, la inseguridad (jurídica y personal), las fallas en los servicios públicos y la disminución de oferta aérea; sin olvidar el aspecto más resaltante: la total ausencia de una política sectorial coherente.

“Teníamos una abundancia de aerolíneas y de destinos que eran atendidos, pero con el tema de la deuda debido a la crisis económica, decidieron salir del país. Antes ya había habido dificultades con el control de cambio, que fue el inicio de la debacle del turismo. Llegó un momento en que comerse una hamburguesa en Venezuela podía costar 200 dólares si se pagaba con una tarjeta de crédito internacional”, detalla Furnari.

A su vez, Leudo González especifica que ha venido mermando la cantidad de líneas aéreas internacionales en Venezuela: de tener 32 que hacían vida en el país y conectaban a Venezuela con distintos destinos del mundo, apenas quedan nueve líneas extranjeras.

Y con la huida de las aerolíneas también disminuía la cantidad de turistas dispuestos a conocer los tesoros de la tierra venezolana. Alberto Vieira, máximo representante de Fenahoven, revela que en los últimos cinco años han tenido los índices de ocupación hotelera más bajos en décadas, revirtiendo la tendencia que imperaba desde los últimos años del siglo pasado.

De acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) entre 2001 y 2011 (último año con datos oficiales disponibles), a Venezuela entraron entre 400.000 y 560.000 pasajeros internacionales cada año; números que contrastan fuertemente con los aportados por el Ministerio de Turismo, según las cuales en 2014, cuando ya la cantidad de visitantes venía en franco retroceso, ingresaron cada mes entre 70.000 y 100.000 turistas; es decir cerca de 1,2 millones de visitantes ese año.

Los números oficiales son puestos en duda por expertos nacionales, quienes indican que la cantidad fue mucho menor. Es más, las estadísticas de la Organización Mundial del Turismo (OMT) desmienten las cifras del gobierno. Con datos disponibles desde el 2010 y hasta el 2017, la OMT da cuenta de que el 2012 fue el mejor año en materia de turismo para Venezuela, con el arribo de 365.000 visitantes extranjeros, un dato bastante alejado del esgrimido por el gobierno. Desde entonces, las cifras han venido cayendo, al punto de que en 2017 se reportaba una disminución de más de 73% respeto a las estadísticas de cinco años atrás.

Materia pendiente

Juan Carlos Guinand, ingeniero mecánico dedicado al desarrollo del turismo sostenible en el país, lamenta que a pesar de que este sea un motor descentralizado de la economía y Venezuela tenga el potencial, su desarrollo siga siendo materia pendiente.

“El turismo no ha estado en la agenda de ningún gobierno; nunca ha sido materia prioritaria a pesar de que nos traería empleo directo e indirecto, así como divisas”, sostiene el ingeniero, quien además condena que jamás se haya aprovechado el dinero proveniente de la renta petrolera para hacer una agenda de turismo que también aportara ingresos al país.

Recuerda que con el fin de dar un impulso a la actividad, años atrás se contrató a una empresa española para que realizara un diagnóstico e hiciera una propuesta conveniente . “El proyecto existe pero nunca se hizo nada”. Añade que aparte de este amago de impulso, desde el gobierno no ha habido absolutamente ninguna otra intensión que demuestre su interés.

Dejando volar su imaginación, Juan Carlos Guinand dice que para convertir a Venezuela en destino deseado y visitado, comenzaría por crear una estrategia de turismo semimasivo para la isla de Margarita, mientras que para el resto del país planificaría según el tipo de actividades que se pueden realizar en cada región de acuerdo con sus potencialidades, siempre con una visión sostenible y responsable.

“Eso implica que no puedes tener grandes volúmenes de gente en un mismo sitio, aunque puedes tener grandes cantidades en un año sumando todos los destinos turísticos. De una manera bien estructurada, pudiéramos pensar en tener siete millones de turistas internacionales en el país ”, especifica Guinand, fundador de la empresa promotora Wao y finalista del WTM de Turismo Responsable 2020 Latinoamérica.

Sí se puede

A pesar de que Venezuela no forma parte de los grandes movimientos de turistas y es el país de Latinoamérica que menos visitantes internacionales ha recibido en los últimos años –solo delante de Haití-, los conocedores del tema se muestran optimistas y confían en que con las medidas adecuadas se pueden fortalecer esta industria y hacer que genere buenos ingresos al país.

De hecho, en Conseturismo, Avavit y Fenahoven están convencidos de que no es una utopía recuperar el flujo de turistas internacionales. Sus representantes afirman que no es un imposible conquistar pasajeros que deseen venir a observar aves en los llanos, disfrutar de la cascada más alta del mundo, asolearse en playas de blancas arenas y tibias aguas, ir a las cumbres nevadas de Mérida o escalar las cumbres más antiguas de la Tierra. “Eso no sucede en cualquier país”, enfatiza Nicola Furnari.

“Debe mejorarse la infraestructura de servicios públicos, porque es muy difícil que alguien quiera salir de la comodidad de sus casas para pasar trabajo en un destino como Venezuela”
Nicola Furnari | Presidente de Avavit

No obstante, es mucho el trabajo por hacer para que el turismo escale de nivel. Para empezar, es necesario invertir en la marca país con estrategias de captación de clientes por medio de ferias internacionales de turismo, donde se generen contratos interesantes con empresarios dedicados a esta actividad económica, lo que demanda una conjunción de esfuerzos entre el sector público y privado, así como crear un plan de desarrollo del sector, punto que para Leudo González “es el más urgente”.

Del mismo modo, Alberto Vieira, presidente de los hoteleros, subraya que es necesario mejorar la infraestructura de servicios públicos, lo que implica minimizar las fallas de electricidad, tenar acceso al agua y la gasolina, restablecer la seguridad (jurídica y personal), mejorar la conectividad digital y perfeccionar la red de comunicación terrestre, aérea y marítima.

Pese a que la pandemia afectó de manera considerable las actividades turísticas en todo el mundo llevándolas casi a cero, los expertos ven esta situación como una oportunidad. "Es tiempo para comenzar de nuevo en las mismas condiciones que el resto de los países”, sostiene Leudo González.

Tras la pandemia se puede hacer borrón y cuenta nueva, y para ello es necesario unirse a la homologación de protocolos de bioseguridad, además de garantizar la vacunación de forma masiva para así generar confianza y tranquilidad en los posibles visitantes y en los proveedores de servicios.

González recuerda que el turismo es un sector transversal porque afecta a toda la sociedad, de manera que su fortalecimiento no solo mejoraría la situación económica de las líneas aéreas, hoteles o agentes de viajes, sino que conlleva un efecto dominó en todos los actores, relacionados o no con la actividad turística. "Fortalecer el turismo se transformaría en progreso y desarrollo para el país", puntualiza.