Venezuela:
un país en retroceso
“10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1… ¡Feliz Año Nuevo!” Eran los primeros segundos del 1 ° de enero del año 2000. Venezuela, como el resto del mundo, celebraba la llegada del nuevo y segundo milenio. La nación aún no había sanado las heridas que dejó el peor desastre natural por el que había pasado desde el terremoto de 1812 —la tragedia de Vargas—, pero tenía la esperanza que trae consigo no solo el inicio de un nuevo año sino un nuevo y prometedor siglo.
Venezuela parecía tener lo necesario para asegurar un exponencial crecimiento y estar a la cabeza, al menos, de la región latinoamericana. Según el Banco Mundial, entre 1990 y 1998 la economía venezolana había crecido 26% y en 1999 Hugo Chávez llegó al poder con una producción petrolera de tres millones y medio de barriles diarios. Además, el país había logrado reducir la inflación anual de más de 100% en 1996 a 12% en el año 2001, de acuerdo con el Banco Central.
“A las puertas del nuevo milenio, Venezuela tenía varias oportunidades para desarrollar su economía. La principal oportunidad estaba dada por la industrialización de los hidrocarburos ”, dice a TalCual el economista Víctor Álvarez, exministro de Industrias y expresidente de la CVG.
Explica que este proceso de industrialización del crudo y del gas, planteado por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Conicit), había tenido un impacto multiplicador y acelerador en el sector industrial, pues iba a requerir herramientas y equipos que, con un buen programa de desarrollo de proveedores nacionales, habría contribuido a darle un impulso enorme a la industria.
El Conicit planteaba formar talento humano y desarrollar nuevos centros de investigación y sistemas de información que permitieran, tanto a la industria como a las universidades, articularse para generar y difundir conocimiento científico y tecnológico.
Sin embargo, las autoridades venezolanas decidieron tomar otro camino y transitar por el camino de una “economía rentista, pero en su tramo más peligroso y devastador”, de acuerdo con Álvarez.
“Del capitalismo rentístico caímos en el neorrentismo socialista y así se agravaron todas las patologías que sufre una economía dependiente de la exportación de un recurso natural como el petróleo, lo que convirtió al país con las reservas de petróleo más grandes del mundo en una empobrecida nación que sufre una terrible crisis humanitaria”.
Desvío de la carretera
En 2021, dos décadas después de ese país posible, Venezuela vive una economía desigual: en el mismo país donde 79 de cada 100 habitantes no pueden cubrir el costo de la canasta de alimentos (Encovi 2020), circulan por sus ruinosas calles exclusivos vehículos Ferrari , Porsche y Maserati.
La Venezuela que buscaba pisar fuerte el acelerador a inicios del actual siglo, terminó desviando la carretera: la economía nacional ha perdido más de 90% de su tamaño mientras ha estado Nicolás Maduro en Miraflores, recesión comparable con la que registraron países que sufrieron una guerra o una catástrofe natural, y que echó para atrás lo que los distintos sectores económicos habían logrado durante los primeros años del 2000.
Por ejemplo: una empresa importadora de una reconocida marca de vehículos asiática, cuyo gerente general pidió a TalCual que no se publicara el nombre, había diseñado un plan de expansión con el objetivo de abrir diez concesionarios más para el año 2012 para alcanzar 24 agencias en todo el país.
“Venezuela era un mercado impresionante, muy atractivo, competitivo y con reglas de juego claras y definidas. Nuestro plan era de crecimiento”, dijo la fuente, quien recordó que en el año 2007 la importadora llegó a vender 9.400 unidades en Venezuela. Ese fue el último año que registró un aumento en sus ventas: “Luego nos vinimos abajo por las malas políticas del gobierno”.
Desde entonces, cerraron cinco concesionarios y ahora solo quedan nueve, donde venden repuestos y prestan servicios a vehículos de la marca, incluyendo a los importados por terceros.
Hasta el 2007 pudieron importar vehículos y hasta el 2014 vendieron directamente al Estado. “Hemos hecho intentos para poder importar, pero todo es una traba y un problema. Seguimos aquí porque es más económico mantener las operaciones así como están que cerrar, irnos y luego regresar al cabo de unos años”.
La industria automotriz venezolana fue una de las principales en toda Latinoamérica, llegando incluso a exportar. En Colombia e islas del Caribe aún ruedan vehículos ensamblados en el país.
Pero, luego de haber vendido 491.000 vehículos en 2007, la industria comenzó a caer hasta llegar a solo 988 unidades en 2020, una reducción de 99,7%, de acuerdo con la Cámara Automotriz de Venezuela (Cavenez). En ese mismo lapso, la industria automotriz de México ha experimentado un alza de 74,5%, mientras que la colombiana creció 52% en la última década.
País rezagado
La abogada Andrea Rondón García, directora del Comité del Observatorio de Derechos de Propiedad de Cedice Libertad, sostiene que desde hace poco más de 20 años se ha transformado el ordenamiento jurídico para sostener “un poder ilegítimo y arbitrario”, hecho que ha influido grandemente en el deterioro económico del país.
En el año 2003, el gobierno estableció los controles de precio y de cambio. Hubo un rol activo del Poder Ejecutivo (con sus decretos presidenciales) y del Poder Legislativo (cediendo sus competencias al Poder Ejecutivo) que fue avalado por el Poder Judicial en todos sus niveles.
“Esto no es solo un tema legal o que afecte solamente a los abogados. Cada uno de esos instrumentos legales tuvo un decisivo efecto práctico. Con el control de cambio, por ejemplo, vino nuestro aislamiento. El Ejecutivo determinaría de forma arbitraria lo que se podría importar. Si a esto se une la destrucción del aparato productivo nacional, era inevitable no vivir por mucho tiempo la escasez”, agrega Rondón.
“Se necesita todo el conjunto de reformas que los países requieren. Vamos a crecer en la medida en que esas reformas sean más profundas y no se vean dificultades en el camino”
El sector privado ha sido uno de los más golpeados por los controles y los ataques contra la propiedad privada. El tamaño de la industria nacional en 2021 es el 17% de lo que era en 1997, año en el que había 12.471 industrias. Hoy opera a 20% de su capacidad, cuando aún en pandemia las empresas de Colombia y de Brasil han trabajado a 80% y las de Argentina, a pesar de vivir una crisis económica, a 61% de su capacidad.
El país tiene un rezago importante con respecto al resto de América Latina. El economista Asdrúbal Oliveros, director de la consultora Ecoanalítica, asegura: “Venezuela tiene ahora una fuerte debilidad institucional y una economía extremadamente precaria. En términos de tamaño, Venezuela ya no está entre las economías más grandes de América Latina, está más bien en los últimos lugares, incluso por debajo de Haití”.
El país también atraviesa un fenómeno económico que el resto del mundo dejó atrás: la hiperinflación. Desde 2017 sufre una crisis hiperinflacionaria que ha erosionado el valor del bolívar y que ha hecho que la población adopte el dólar para protegerse de la devaluación de la moneda oficial; haciendo de esta la única hiperinflación en el mundo y cerca de posicionarse como la segunda más larga de la historia, tumbando a Grecia.
En 2018 el país registró una inflación superior al millón por ciento.
Oliveros dice: “Si tomamos cualquier indicador macroeconómico, Venezuela ha perdido el tren de los cambios en la región latinoamericana, con lo cual es muy agresivo el nivel de reforma en muchos ámbitos que tendrá que hacer el país para equipararse a la región, porque está bastante rezagada”.
Producción nacional en reversa
Para 1985, la tecnología que manejaba el sector agropecuario venezolano era una de las mejores de Latinoamérica. “Ahora estamos en los últimos puestos, detrás de Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia. El sector tiene seis años que no compra equipos y tractores nuevos. Estamos necesitando un total de 25.000 en cinco años para volver a tener la misma producción que teníamos en el año 2010”, afirma Celso Fantinel, primer vicepresidente de Fedeagro.
La última vez que Manuel Enrique*, un productor agrícola de 48 años de edad, compró un tractor fue hace 17 años; y lo hizo con un crédito otorgado por la banca privada.
Los productores también se han enfrentado a expropiaciones, expoliaciones e invasiones de tierras, robos, escasez de semillas y de agroquímicos, deterioro de las carreteras, el colapso de los servicios, la casi desaparición del crédito bancario, la falta de combustibles, los controles de cambio y de precios y la hiperinflación. Todo esto aunado a una total ausencia de una política agrícola.
Luego de haber registrado un pico de su producción de maíz en 2018, con una cosecha de dos millones de kilos en 400 hectáreas en solo dos años, la producción de Manuel cayó a niveles de hace 20 años: en 2020 produjo 500.000 kilos en 250 hectáreas. “La temporada de 2020 fue de mantenimiento porque no contamos con fertilizante, agroquímicos ni semillas de buena calidad”.
El gobierno había prometido alcanzar la “soberanía alimentaria” a través de un plan de expropiaciones que redujo al sector privado y aumentó el peso del Estado, pero al final lo único con lo que cumplió el chavismo fue llegar al 2021, pero con una economía totalmente frágil y sin su líder principal.
Volver a la vía
Pero el país no está condenado a vivir por siempre esta crisis económica. Venezuela tiene esperanzas de revertir la caída y empezar a crecer. Pero para esto, los expertos aseguran que se necesita tomar una serie de medidas y contar con inversión extranjera.
Oliveros señala que el país debe aplicar un conjunto de reformas relacionadas con el saneamiento del entorno macroeconómico para sacar a Venezuela de la hiperinflación, aumentar la productividad y el poder adquisitivo, hacer a la nación competitiva internacionalmente y mejorar la infraestructura.
“El viejo sueño de hacer de la industrialización de los hidrocarburos una fuerza motriz del desarrollo económico y social del país es aún posible”
Víctor Álvarez, por su parte, sostiene que la nación todavía puede aprovechar y retomar algunos de los proyectos que fueron planteados a finales del siglo XX y comienzos de este milenio.
“Preparemos al país para la próxima crisis de abundancia. Evitemos a tiempo el surgimiento de nuevos mesías que gobiernan desde la arrogancia y soberbia que les permite el uso arbitrario de la renta petrolera.
Pongámonos de acuerdo para crear esos fondos de país de ahorro e inversión y quitémosle al caudillo de turno el uso clientelar del ingreso petrolero que el aún puede percibir ”, agrega Álvarez.