Este hombre de 72 años fue capitán general del Sector 6 en Santa Elena de Uairén, director de la Alcaldía Gran Sabana, lideró la comisión que elaboró la Ley Orgánica de Pueblos y Comunidades Indígenas (LOPCI) y la comisión de Demarcación. Ahora, insiste en que lo que toca es entenderse “de igual a igual” con el Gobierno y comparte su día entre el conuco y la Iglesia Adventista. Su misión es construir una Casa de Dios en su comunidad, Manak Krü

Nací aquí, en 1950, en aquel entonces se llamaba Maloka (en portugués brasilero, se nombra así a las casas indígenas), hoy en día es Manak Krü. Mis padres eran religiosos adventistas y cuando sacaron de aquí a nuestro bisabuelo, Tuxaua Andrés, se fueron para Guyana. 

Estaba en la frontera, en la comunidad Paruima. Tenía de seis a siete años. Hasta que murió mi papá y me quedé solo, con mi mamá. Crecí y me mandaron con una familia de capital de Guyana, Georgetown, a estudiar. Imagino que tenía siete u ocho años. 

Regresé cuando yo tenía 17 años. Ya no hablaba idioma (pemón taurepán) porque desde que me llevaron era puro inglés. Yo les decía a mis hermanos que me hablaran en mi idioma y después me dijeran lo que estaban diciendo porque yo quería hablar con mi mamá. Tuve que esforzarme en aprender. Yo hablaba con mi mamá en inglés y ella me decía “qué está diciendo”. 

Revolucionario Rupununi

En Paruima (frontera con Brasil) duré hasta 1967 o 68, después me vine pa’ Venezuela. Porque nos convertimos, con mis compañeros de escuela, en revolucionarios. Nosotros analizamos “los negros están tomando ventaja sobre nosotros, ellos no quieren que ningún indígena sea jefe o superior de ellos”. Todo el tiempo nos tenían en cuarto año, nunca llegamos ni a graduarnos.

Entonces, hicimos un plan a nivel capital de Guyana. Hicimos contacto con la gente de Rupununi. Nos dijeron, “vamos a hacer convenio con el Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela para mandar los jóvenes para allá”; diez jóvenes para que aprendieran a usar armamento. Después que lográramos tener 2 a 3 mil jóvenes preparados, ahí si íbamos a tomar capital. Nuestra meta era tomar el Esequibo, como indígenas.

Lo que pasa es que esos compañeros duraron un año en Caracas, en Conejo Blanco, aprendieron todo y cuando regresaron para Guyana, a Lethem ya empezaron a actuar y ahí fracasamos. 

Yo iba a participar, pero el presidente (Raúl Leoni, 1964-1969) dio la orden de que no fueran, porque ya estaban listos los soldados, para irse para allá, a Lethem. Aquí estaban, en Divina Pastora (el fundo de la Misión Capuchina en Gran Sabana), de aquí a allá son cinco minutos en avión. 

Yo estaba en contacto con esos jefes de Relaciones Exteriores, estaba en Puerto Ordaz estudiando, en el Colegio Loyola. Vinimos con cuarto año, pero primero teníamos que aprender castellano.

La gente de Rupununi estaba llegando a Brasil, por Bomfim; venía todo el mundo para Venezuela. Entonces, salí del Colegio Loyola y los recibí en Las Claritas (municipio Sifontes, estado Bolívar, Venezuela), en la Escuela Misión Juan XXIII. Recibí más de 100 personas: niños, jóvenes, adultos, todos desplazados. Lo que nos decía el jefe era “enséñenles castellano”. 

El resultado de todo eso, somos los que estamos aquí en Venezuela: la gente que está en San Ignacio (de Yuruaní, Gran Sabana, Bolívar, Venezuela) y otros en la comunidad de San Martín (de Turumbán, Sifontes, Bolívar, Venezuela) todo eso. El Gobierno hizo todas las viviendas. 

Enfermero, músico y guardia nacional

En Las Claritas y empecé a trabajar como enfermero. Era el único enfermero en el Kilómetro 88. Eso era puro monte, selva (actualmente es un caótico pueblo minero, en el municipio Sifontes del estado Bolívar). Era San Isidro. Allí, el Ministerio de Justicia creó una oficina y hacíamos medicina. 

Pero después, mi jefe llama de Caracas y me dice: “Mira, hicimos convenio con la Fuerza Armada. Necesitamos 10 indígenas para que sean guardias”. Era 1975, 76. El coronel anunció: “Estos son los amerindios. Menque va a estar con la ambulancia cuando haya práctica”.

Cuando nos graduamos, nos mandaron a Puerto Ordaz. 120 guardias nacionales nuevos. Y como yo venía con toda una historia de enfermero, me metieron en Enfermería. Después, me mandaron a El Dorado, me dijeron “tú vas a estar colaborando ahí, en la medicatura”. Después, me mandaron para San Martín. “Usted tiene que fundar la Enfermería”, me dijeron.

Entonces, solicité mi transferencia, para Santa Elena. Era casi el año 80. Al otro día en la formación, el comandante le informó al Comando “Aquí tenemos un enfermero profesional que viene del Hospital Militar, así que él va a fundar la Enfermería aquí”. “Otra vez más”, decía yo y ahí, cuando me mandaron para Ikabarú, yo era enfermero allá. La misma cosa. 

“Mire comandante, yo quiero irme para Apure”, le dije. Hizo un oficio y me fui. Formé la Enfermería allá, después dije: “Yo quiero ir pal’ monte” y me mandaron pa’ Puerto Ayacucho’. Tuve que fundar la Enfermería también. Duré hasta año 88, ahí me metí en problemas con los guerrilleros que sacaban palma chiqui-chiqui de Venezuela a Colombia, la quemaban y procesaban cocaína. 

Después de eso, yo cerré la frontera por 48 horas. Ahí hubo problemas. Ahí fue que me sacaron del puesto. Me trajeron a Puerto Ayacucho, al mando de un general del Ejército. Me nombró como jefe de Comisión Antiguerrilla. Pero, mientras tanto, yo empecé a solicitar mi baja.  “No, yo no vine aquí a morir, me voy pa’ mi pueblo” pensaba. Querían matarme pues. 

Mi mamá ya estaba en Las Claritas con mis hermanos mayores y yo estaba con mi esposa (quien murió 2021, con quien tuvo nueve hijos) en Santa Elena. 

Maestro, capitán general y crítico del Arco Minero 

Cuando yo regresé en 1988, me eligieron como auxiliar del profesor Basilio Benavides, en Educación de Adultos de las comunidades y después, en 1992, capitán general del Sector 6. Era duro, de Wonkén hasta Parkupí. Yo visitaba a todas las comunidades, todos los meses. Wonkén era más complicado porque había que pagar 50 mil bolívares para irse en avión y yo no tenía nada. 

Como se dice, estaba sana toda la comunidad, no se dedicaban a mina. Se dedicaban a agricultura, pesca, cacería. No existía mina, no es que no existía, pero no había práctica, no destruían nada. Trabajaban por trabajar, cuando querían algo, pero no era en cantidad. 

La mina no es cultura indígena, nuestros antepasados respetaban el mineral, lo que está ahí, porque nos decían que ese era de un fenómeno, fantasma, que no se puede tocar porque ese era caca, sagrado. Cuando tú agarras eso, te va a enfermar, se va a morir toda tu familia.

¿Qué es mina de cultura indígena? Agricultura, caza y pesca. Yo, particularmente, lo catalogo así: mina no es seguro porque si yo voy a hacer hueco por aquí estoy experimentando a ver si tengo suerte, si no tengo suerte, ¿cómo me regreso a mi casa? Sin nada. 

Por eso es que los capitanes, hoy en día, están molestos conmigo. En una oportunidad, en La Esmeralda, me llamaron. “Yo pensaba que aquí ustedes iban a hacer un convenio con el Gobierno sobre nuestra cultura: agricultura, cría de pollos, de vacas, para beneficio colectivo. Pero están hablando dos cosas: Arco Minero y combustible”, les dije. “Bueno eso es lo que dice el Gobierno”, me decían.  “Pero usted es capitán de Gobierno o capitán comunitario”, les dije. 

Hoy en día, estamos divididos, unos son revolucionarios, otros son opositores. Entonces, yo le digo a ellos: “Yo no soy opositor, yo lo que soy es luchador social”. 

Negociador

Cuando yo era capitán general, yo conocía al presidente de Elecven (la empresa contratista que en los 90 iniciaba la interconexión eléctrica Venezuela-Brasil, a la cual se oponía parte del Pueblo Pemón). “Mira Menque, cómo estás, mucho gusto. Yo soy presidente de Elecven”. “Yo soy presidente de Pueblos Indígenas”, le respondía. Hay que estar al mismo nivel. 

Entonces, los capitanes se reunían diciendo no al tendido. Ellos me echaban plomo porque yo estaba de acuerdo con Elecven. Yo hablaba del desarrollo. Para mí, ya desarrollo pasó por encima de nosotros, la carretera se fue pa’ Argentina. Ahora, yo hubiera dicho que no al desarrollo si mis antepasados hubieran dicho que no a la carretera. Segundo, yo lo que quería era tener luz gratis porque tendido eléctrico pasaba por todo el patio de mi sector. 

Legislador

Yo trabajé con el Gobierno, aprendí miles de cosas de ellos. Nombraron la Comisión Indígena Dialogante con el Congreso y yo fui presidente, comenzamos casi como en el 89, 90. 

Logramos ratificar el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (Sobre Pueblos Indígenas y Tribales) y después era el entendimiento, que hizo el Gobierno con el Pueblo Indígena y uno de esos artículos era Demarcación. 

Hicimos la Ley Orgánica de Pueblos y Comunidades Indígenas (LOPCI), éramos 57 pueblos. 

En reunión del Consejo de Ancianos, un joven dijo: “Eso es gracias a Chávez”. Le dije: “Un momento, tú no sabes qué estás hablando. Nosotros estuvimos, antes que Chávez, discutiendo esa ley”.

Todo el tiempo los líderes de la Gran Sabana eran como pilar de esa lucha. Porque nosotros hablábamos era de tenencia de la tierra, de la invasión que venía.

Demarcador

Cuando yo estuve con la demarcación (comisionado para la Demarcación del Hábitat y Tierras Indígenas del Estado Bolívar) aprendí que el Gobierno nos decía de teníamos que agruparnos, yo lo llamo Urbanización de Gobierno (viviendas rurales). Ahora, el Gobierno dice: “Si tú quieres trabajar donde tú estabas, tienes que tener permiso”. 

Entonces, eso me hizo sacar esa conclusión: Ya nosotros no tenemos que pelear con Gobierno, tenemos que luchar, inteligentemente.  Adaptarnos con nuestra inteligencia o culturalmente. 

Yo voy de aquí a dos días, a pescar, a cazar, ese es mi territorio, un espacio donde hay. Entonces, muchos no entienden eso o lo entienden y no quieren reconocer que ese es mi territorio. Yo no utilizo la palabra parece. Parece para mí es tú no estás seguro de lo que estás hablando. Yo les digo, la tierra que pertenece a un indígena es de aquí hasta allá. Yo no necesito título porque mi abuelo, que me enseñó todo eso, derechos y deberes, no me dio título. En tu sociedad yo no soy abogado, en mi sociedad sí porque yo conozco mis deberes y mis derechos.