Megaproyecto que terminó en pesadilla

Megaproyecto que terminó en pesadilla

Nada más terminar su bachillerato, Fernando Rincón, oriundo de Upata, una pequeña ciudad del estado Bolívar a 725 kilómetros de Caracas, se trasladó al pueblo de El Callao en la misma entidad, para trabajar en las minas. Para ese momento, no veía otras salidas laborales. La mina era la única factible para él. “Afuera tú lo que ganas es una locha (...). Tú tienes la mina y medio resuelves un poquito”.

Siete años han transcurrido, y aún desciende hasta 40 metros bajo tierra en busca de oro para sustentar a su familia. Comienza su rutina a las 7:00 de la mañana y termina alrededor de las 8:00 de la noche, a menos que tome un turno de 24 horas. Ingresa diariamente sin más protección que una camisa vieja, bermudas, botas y una linterna ajustada a su cabeza con una elástica, para iluminar su rumbo entre rocas, barro, polvillo, humedad y cableado improvisado. Con lo que gana sobrevive al día, así que debe rebuscarse en otros “barrancos” (minas) para colaborar más en el hogar.

Como Rincón, miles de venezolanos han emigrado al sur del país en busca de salidas laborales hacia la Zona Estratégica de Desarrollo Arco Minero del Orinoco (AMO), una enorme área del estado Bolívar de 111.843,70 kilómetros cuadrados ⏤12,2 % del territorio nacional⏤, decretada en febrero de 2016, por el gobernante Nicolás Maduro (Decreto 2.248), zona de extracción mineral y una nueva fuente de ingresos del Estado para mitigar la emergencia humanitaria compleja.

El megaproyecto no tardó en salirse de las manos del gobierno, tal y como lo refieren varias ONG,  para transformarse en una pesadilla con graves violaciones a los derechos humanos, explotación descontrolada de recursos, masacres, esclavitud laboral y sexual, un ecocidio y territorio de sangrientas peleas por el control de la zona entre militares, guerrilleros y grupos armados irregulares. 

Ante el panorama, el Estado venezolano hace oídos sordos de las constantes denuncias y atrocidades que vive la población al sur, como si estuviera borrado de la región minera. 

Rincón afirma que los grupos armados “no se meten con la población”, y que “tienen relaciones con el mismo gobierno”. Esto lo confirmó la Misión Internacional Independiente de Determinación de los Hechos (MDH) sobre Venezuela, de la Organización de Naciones Unidas (ONU), que denunció en septiembre de 2022 la existencia de alianzas entre bandas delictivas y miembros de la Fuerza Armada Nacional (FAN), funcionarios del Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (Cicpc), del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) y de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim). Sostiene que efectivos de estas instituciones del Estado permiten desde la presencia de grupos armados hasta “supuestas alianzas estratégicas de alto nivel para ‘limpiar’ las minas de ciertos ‘sindicatos’ (grupos delictivos)”. 

Molineros del área comentaron a la Alianza Rebelde Investiga que los dueños de los molinos (equipos para moler y procesar oro) y minas deben pagar a las bandas, en extorsiones o “vacunas”, un promedio de cinco gramos (o gramas, en el argot local) de oro ⏤con un valor aproximado de 60 dólares por gramo⏤ para trabajar sin atropellos. 

Por otro lado, las fuerzas del Estado abusan de su poder para obtener beneficios económicos de los trabajadores con la prestación de servicios de seguridad a las minas ilegales, el control de la distribución de combustible y del transporte aéreo, el contrabando transfronterizo de mercurio y de oro, entre otros, según la MDH.

"Aquí pasa lo que pasa, matan a alguien, lo que sea, esto es un pueblo sin ley. El gobierno no se percata de nada, no hace nada. Como en todos los pueblos mineros"

Daniel Serrano, molinero 

La organización International Crisis Group informó en 2020 la presencia activa de otros actores como el Ejército de Liberación Nacional (ELN), y una organización disidente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc). La lucha de cada grupo por el control y explotación de los recursos fue el caldo de cultivo para que ocurrieran más de 20 matanzas en las zonas mineras desde 2016. La primera fue la Masacre de Tumeremo, en la que asesinaron a 17 mineros.

“A pesar de la considerable presencia de fuerzas militares y de seguridad en la región, y de los esfuerzos realizados para abordar la actividad criminal, las autoridades no han podido investigar y llevar a juicio las violaciones de los derechos humanos, los abusos y los delitos relacionados con la minería”, señaló el Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en 2020. 

Además del peligro que corren por ingresar a las zonas mineras, los trabajadores se someten diariamente a condiciones laborales extremas como cumplir turnos de 12 horas, o más, bajo el sol o las lluvias, sin equipos de protección ni planes de gestión de riesgos, y una alta exposición a la contaminación por mercurio. 

A pesar de que el uso, tenencia, almacenamiento y transporte de este metal están prohibidos para el tratamiento del oro y otros minerales (Decreto 2.412), fluye en los cuerpos de los mineros, en los molinos, ríos y tierras de Bolívar de manera alarmante, según la ONG Clima 21.

"Mucha gente con neumonía. Tuve un caso de una niña que murió a través del ácido nítrico, se utiliza para limpiar el oro (...) contiene a veces cobre, a veces se contamina con plomo y todo eso hay que sacarlo. Con el ácido nítrico se limpia todo eso. Y ese humo que expande ese ácido es contaminante. Incluso ha habido casos aquí mortales"

Daniel, minero

Los mineros también se exponen a la malaria, porque las precarias condiciones sanitarias y la ausencia de servicios básicos incentivan la generación de criaderos artificiales del mosquito. Así, la enfermedad se esparce a otras regiones del país cuando los mineros foráneos regresan a sus estados, destacó Vilisa Morón, bióloga y presidenta de la Sociedad Venezolana de Ecología. 

“Ninguna protección, ni casco, ni guantes, ni botas, ni nada de nada. O sea, el gobierno no nos apoya con nada de eso”, agrega Daniel.

Al menos 24 mineros murieron en cuatro derrumbes de minas de oro en lo que va de 2024 en los estados Bolívar y Amazonas.

La organización SOS Orinoco informó que más de 50 personas fallecieron tras varios colapsos entre enero de 2023 y febrero de 2024, antes del accidente en la mina Bulla Loca en Bolívar, que dejó 16 trabajadores muertos y 36 heridos.

De acuerdo con un informe elaborado por el Centro de DDHH de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) en 2021, no todos se arriesgan por voluntad propia a estas condiciones. Muchos terminan allí debido a ofertas laborales engañosas por redes de trata y tráfico de personas, o por reclutamiento de grupos armados. 

En la zona, tanto hombres como mujeres están expuestos a las formas de esclavitud más comunes como son la explotación laboral y sexual. De las víctimas consultadas para el informe de la UCAB, 74 % eran mujeres, más propensas a la explotación sexual; y el  26 %, hombres, captados en su mayoría para trabajos forzados o explotación laboral. Las víctimas prostituidas son obligadas a trabajar sin medidas de higiene o seguridad adecuadas en ''currutelas'' ⏤prostíbulos improvisados⏤,  y deben pagar, para su protección, una parte de sus ganancias a los grupos de control.

“También hay menores de edad que trabajan por la necesidad que existe hoy en día. Vienen jóvenes para acá, para la mina, a trabajar. Niños de 12 años, 14 años… la situación obliga a uno a trabajar en la mina”, advierte el minero Carlos Gutiérrez.

En otro estudio de 2023, la UCAB advirtió que las niñas y adolescentes, sobre todo entre 7 y 10 años, son víctimas de redes de trata, explotación sexual y matrimonios forzados, y constató que 1.300 menores de edad trabajaban forzadamente en ocho minas de Bolívar. Al menos, 8 de cada 10 de estos menores sufren de desnutrición; los parásitos intestinales y las enfermedades de la piel son dos de los padecimientos más frecuentes para este grupo.

Los procesos de estatización y nacionalización en el sector minero que emprendió Hugo Chávez, junto a la creación de empresas de producción social (EPS), fueron los cimientos para la precariedad de la actividad, según se refleja en investigaciones de Organizaciones No Gubernamentales.

Con la opacidad en los negocios desde el inicio del AMO, es difícil precisar cuántas toneladas de oro son explotadas anualmente, cuánto de eso llega a los canales regulares y cuánto sale del país por contrabando. En 2018, de acuerdo con la Oficina Estratégica de Seguimiento y Evaluación de Políticas Públicas del Despacho del Viceministerio de Exploración e Inversión Ecominera, el AMO produjo 35 toneladas de oro.

Al cierre del año, 10,5 toneladas (30 %) fueron entregadas al Banco Central de Venezuela (BCV) y las 24,5 restantes (70 %), salieron por contrabando del país, según el mismo ente. Para 2022, las cifras se ubicaron entre 37,5 y 45 toneladas, según investigaciones  de la ONG Transparencia Venezuela con fuentes internas del Ministerio de Economía, Finanzas y Comercio Exterior.

Aunque exista mayor presencia y aparente control del Estado en la zona con la Corporación Venezolana de Minería (CVM) y la incorporación de cuerpos de seguridad, se mantiene el contrabando de oro, mercurio, armas o drogas. Investigaciones periodísticas como Corredor Furtivo (2022) expusieron la existencia de unas 45 pistas de aterrizaje clandestinas para contrabando aéreo, cercanas a más de 3.700 puntos de minería ilegal entre Amazonas y Bolívar.

Brasil y Guyana son destinos comprobados. Los líderes de pueblos locales ye’kwana y sanema del Alto Orinoco denunciaron en 2021 que avionetas de garimpeiros ⏤mineros brasileños⏤ iban cada tres días a sacar entre 40 y 100 kilos de oro, dictó la investigación. 

El portal Armando.info explicó que en Guyana el oro entra por tierra, río y aire, y ''traficantes y comerciantes internacionales canalizan el oro ilegal con documentos falsos hacia la cadena de suministro regular''. Entre los destinos frecuentados, Transparencia Venezuela incluye también a Colombia, República Dominicana, Turquía y los Emiratos Árabes Unidos. 

La proporción de selvas afectadas y la velocidad de la deforestación en Venezuela supera todo precedente en la Amazonía. Vilisa Morón aclaró que no hay estudios oficiales ni monitoreos continuos en el área por los altos niveles de violencia, falta de fondos para financiar investigaciones y la logística pertinentes. Sin embargo, aseguró que el daño es irreversible, y está ocurriendo incluso en parques nacionales y monumentos naturales hasta de los estados vecinos. 

SOS Orinoco aseveró que la Huella Minera ⏤territorio afectado por la explotación minera⏤ supera los 173 mil hectáreas para 2024. Un territorio de riqueza biológica mundial, poseedor de la mayor reserva de agua dulce y hogar ancestral de 27 grupos indígenas distintos, ahora presenta suelos desnudos y removidos, lagunas producto del lavado de desechos, campamentos mineros, vegetación arrasada y una contaminación que se extiende a ríos, aguas subterráneas, plantas, animales y poblaciones humanas. 

“Está afectando a las comunidades indígenas que viven cerca de ríos como Caura, Caroní, Yuruaní o el río Aro, en el Alto Orinoco. Todas las cabeceras del Orinoco se están contaminando”, declara Morón, respecto a la contaminación por mercurio y combustibles. 

Para la bióloga, un punto de partida para el cambio es eliminar la minería de áreas protegidas, exigir compensación de los daños causados, derogar el decreto del Arco Minero del Orinoco y confinar la minería a espacios de sacrificio planificados, de modo que la actividad sea realmente una inversión que traiga retribución al país y “no más impacto”.

En 2006, se creó la Empresa de Producción Social Minera Nacional adscrita al Ministerio de Industrias Básicas y Minería y, en 2007, se puso en marcha el Plan de Reconversión Minera para los trabajadores artesanales. Luego, parte de la rectoría en el área pasó también a Petróleos de Venezuela, y hasta apareció en escena una empresa manejada por militares: Caminpeng. 

(*) Los nombres de los testimonios fueron cambiados por seguridad o a petición de las personas.