Pdvsa desembolsó más de 540 millones de dólares en 18 buques tanqueros de los cuales solo uno le fue entregado el año pasado, según el análisis de 57 informes internos de la empresa obtenidos para este trabajo. El expresidente de la estatal se distancia de los resultados de ese componente del Plan Siembra Petrolera y cuestiona el desmantelamiento de la flota naval de la corporación

Rafael Ramírez acumuló tal poder durante una década en el sector petrolero venezolano que no ahorraba ocasiones para exhibirlo. En una oportunidad convocó una rueda de prensa como presidente de Petróleos de Venezuela (Pdvsa) y entre sus declaraciones dijo que había notificado al ministro de Petróleo sobre detalles de la ejecución del Plan Siembra Petrolera. Una reportera le interrumpió para recordarle que el ministro era él. Ramírez prosiguió con una frase, que fue broma y también muestra del poderío del que gozaba en la cúpula chavista: “Sí. Me envié una carta a mí mismo”.

Durante casi una década, entre 2004 y 2014, ejerció simultáneamente el comando del organismo regulador y de la empresa regulada. Ello lo puso en una posición privilegiada para manejar y supervisar el Plan Siembra Petrolera, una multimillonaria inversión de recursos públicos a ejecutarse entre 2005 y 2030 con la cual se buscaba garantizar que los ingresos del boom de mercado de hidrocarburos que desbordaban las arcas de Pdvsa garantizaran un futuro para el país y para la corporación pública, hoy devenida en una empresa desmantelada.

Una de las dimensiones del plan se orientaba a cumplir una aspiración que encalló antes de zarpar: la adquisición de 42 tanqueros petroleros para reforzar la flota propia de la empresa. De ese total hipotético, solo 14 fueron incorporados hasta 2014, dos años después del plazo límite establecido para concretar las compras. Para la fabricación de otros 18 fueron firmados contratos con cuatro “países aliados de la revolución” que se tradujeron en el adelanto parcial de tres embarcaciones, con fecha de conclusión todavía incierta, y en la entrega de un único buque adicional que fue sumado apenas el año pasado a la flota. Los restantes 10 barcos quedaron solo en anuncios.

Por esos 18 buques por construir, cuyo 94% no ha sido entregado, Pdvsa adelantó a proveedores casi 543 millones de dólares, aproximadamente 42% del presupuesto de 1.298 millones de dólares que se destinó para comprarlos. Este monto representa un cuarto de la ganancia neta que tuvo la estatal en 2006, año en el que el fallecido Hugo Chávez prometía un futuro de bonanza para el país e impulsaba la firma de contratos para constituir la poderosa flota que imaginaba.

Así se desprende de esta investigación realizada por la Alianza Rebelde Investiga (ARI) formada por Runrunes, El Pitazo y TalCual en unión con la plataforma latinoamericana de periodismo CONNECTAS. Las conclusiones se basan en el examen de 12 informes validados por la auditoría interna corporativa de Pdvsa y de otros 45 informes mensuales de progreso de la filial Pdvsa Naval (2012-2017) a los que tuvo acceso el equipo de este trabajo.

Sobreprecios, entrega de planos erróneos, incumplimientos de contratos e incongruencias en la construcción son algunas de las irregularidades reflejadas en los documentos evaluados para este reportaje. Explican en buena medida el retardo en la ejecución del proyecto de compra de los 18 buques que hasta 2017 –12 años después de la firma del primer convenio– tenía un avance físico global de tan solo 32%, según los reportes revisados.

Los cargueros fueron encargados entre 2005 y 2011 a astilleros de países mayoritariamente gobernados por aliados de Chávez: 10 al Brasil de Lula da Silva; cuatro al Irán de Mahmud Admadineyah; dos a la Argentina de Néstor y Cristina Kirchner; y otros dos al Portugal de José Sócrates. De manera combinada tenían una capacidad de carga 8,8 millones de barriles de petróleo, casi cuatro veces la producción diaria de la corporación estatal en 2014. Ninguno fue ordenado por licitación, confirmaron exdirectivos de Pdvsa consultados para esta investigación. Los aprobaron gracias a convenios con los respectivos países. La legislación permite contrataciones directas como esas si están enmarcadas en acuerdos gobierno a gobierno, lo que en muchos casos fue un aliciente a la corrupción dentro y fuera de la petrolera en la era del chavismo.

El único barco del grupo de los 18 que se logró concluir se fabricó en Irán. Fue botado en aguas del Golfo Pérsico en 2012, pero desde entonces no se libró de surcar unas cuantas tormentas. El tanquero tipo Aframax permaneció anclado en el astillero Iran Marine Industrial Company (Sadras) durante siete años, cargado de deudas y problemas jurídicos, hasta que en 2019 fue retomado por la estatal venezolana con un nombre diferente al que fue bautizado. Lejos del plan original de surtir petróleo venezolano al mercado asiático, la nave solo navega entre puertos venezolanos, según comprueba el rastreo satelital. Mientras, las estructuras de otros tres buques en proceso permanecen varadas en muelles de Argentina y Brasil, como se puede evidenciar en imágenes satelitales recopiladas para este trabajo.

La compra de los otros 14 tanqueros que sí fueron sumados a la flota de Pdvsa hasta 2015 tampoco estuvo exenta de marejadas, de acuerdo con la evidencia obtenida. Cuatro de ellos fueron Aframax adquiridos a un astillero japonés con 30% de sobreprecio, según informes internos de Pdvsa y con la comparación de los presupuestos aprobados para su compra y referencias de mercado analizadas para esta investigación. Uno de ellos se usa hoy para llevar crudoa Cuba.

Otros cuatro se adquirieron a través de CV Shipping, una empresa binacional creada por Pdvsa junto con PetroChina Internacional, subsidiaria de la estatal Corporación China Nacional de Petróleo. Fueron cuatro tanqueros tipo VLCC (siglas en inglés de Very Large Crude Carrier) que se encuentran entre los que tienen mayor capacidad en el mundo. Los cargueros navegan entre puertos del país asiático y Sudáfrica, pero desde febrero de 2020 tres de ellos son controlados en su totalidad por PetroChina Co Ltd, de acuerdo con un reporte de la agencia Reuters fechado el 11 de agosto. La compañía asiática los reclamó como pago luego de que CV Shipping fuera declarada en quiebra.

La historia de los cuatro buques tipo Suezmax, llamados Río Orinoco, Río Arauca, Río Apure y Río Caroní e incorporados a la flota petrolera venezolana hace siete años, está llena de contradicciones. El Informe de gestión Pdvsa 2013 indica que PDV Marina recibió al cuarteto de tanqueros con nombres de grandes ríos venezolanos que habían sido construidos en el astillero Samsung Heavy Industries con sede en Corea del Sur. Pero en 2014, Rafael Ramírez anunció la llegada del Río Arauca junto con el Ayacucho como parte del convenio con China, no Corea del Sur. Un año antes, Reuters informó que los Suezmax Río Arauca y Río Caroní en realidad no eran propios sino “alquilados”, lo que el expresidente de la estatal desmintió asegurando que ambos buques estaban registrados con la empresa mixta Petrochina, “se encuentran operando y son propiedad nuestra”.

Ramírez fue consultado para este trabajo. Se le pidió que calificara el plan de adquisición de buques y sus resultados: “No tengo los números, pero fue bueno, razonable y necesario. Teníamos que hacerlo”. El exfuncionario dijo que las compras, más allá de problemas específicos con algunos proveedores, permitieron llevar a 37 el número de barcos propios de Pdvsa y lograr capacidad para asumir casi la totalidad de las exportaciones. Afirmó que se realizaron no solo a través de convenios gobierno a gobierno con aliados sino de procesos de procura abiertos en el mercado internacional que permitieron participar a potencias de la construcción naval como China, Corea del Sur y Japón.

Acerca de las evidencias de sobreprecios en el caso de los buques japoneses, Ramírez pidió una pregunta escrita que después de remitida no respondió. Tampoco contestó los cuestionamientos Asdrúbal Chávez, ahora presidente de Pdvsa y quien ocupó por más de siete años la presidencia de PDV Marina y PDV Naval, ambas firmas clave cuando ocurrieron las negociaciones. Ramírez en su declaración sostuvo que en la petrolera se firmaban más de 100.000 contratos al año y que filiales como esa tenían delegación financiera y operacional para manejar los acuerdos.

Sobreprecios, entrega de planos erróneos, incumplimientos de contratos e incongruencias en la construcción son algunas irregularidades

La compra de 14 tanqueros que sí fueron sumados a la flota de Pdvsa hasta 2015 tampoco estuvo exenta de marejadas

El albor de las inversiones_

Ingeniero mecánico graduado de la Universidad de los Andes y con maestría en Energía de la Universidad Central de Venezuela, Ramírez se afirmó como la mano derecha de Hugo Chávez en el manejo petrolero luego de la crisis ocasionada por el paro de trabajadores de Pdvsa contra el mandatario ocurrido a finales de 2002 y principios de 2003. La huelga fue considerada un sabotaje por el gobernante ahora fallecido y sus partidarios. Durante el hecho, la flota de buques de la petrolera fue paralizada y las ventas internacionales quedaron bloqueadas.

Primero fue reclutado para fundar un ente nacional regulador del gas un año después de que Chávez llegó al poder. Ya en 2002 era ministro del área petrolera. A pocos meses de convertirse también en presidente de la corporación estatal, acompañó al primer mandatario como parte de la delegación de alto nivel que visitó Argentina en 2004. Allí Chávez asomó por primera vez el plan de construir tanqueros para renovar la flota petrolera en un acto celebrado el 8 de julio en el astillero Río Santiago de Buenos Aires, una instalación que estaba venida a menos pero que había sido un orgullo local en décadas pasadas.

Junto con su homólogo argentino, el difunto Néstor Kirchner, Chávez vislumbró el inicio de una nueva era en la fabricación de los barcos petroleros con apoyo de países amigos. “Estoy viviendo como un sueño”, dijo tras los vítores del público y mientras recordaba la paralización naval que sufrió Pdvsa durante el paro de 2002 y el impacto que tuvo la dependencia de los buques privados. “Querían derrocarme por esa vía. Retomamos la ofensiva. Necesitamos una flota de tanqueros petroleros nacionales”. En ese acto dijo que Pdvsa disponía de 37 mil millones de dólares para invertir en sí misma y que parte de ellos serían destinados a fabricar buques propios.

El ancla del proyecto con Argentina se levó seis meses después. Asdrúbal Chávez, entonces presidente de PDV Marina, y Hugo Bilbao, su homólogo del Astillero Río Santiago (ARS), firmaron el 2 de enero de 2005 el convenio privado-institucional para la construcción de cuatro buques tipo Panamax para transporte de productos refinados.

Solo dos de ellos comenzaron a ser fabricados en el ARS: el Eva Perón y el Juana Azurduy. Las actas formales de inicio de la fabricación se firmaron en julio de 2007. El plan establecía que en dos años y medio se entregaría el primero, y que un año y medio más tarde sería el turno del segundo. Transcurrida una década, el avance era de 81% y 51% respectivamente, según evaluaciones de Pdvsa en 2017. En el presente ambos lucen expuestos al óxido en el astillero, como lo comprueban imágenes de satélite de Google.

Ese ha sido el resultado de un proceso que, más allá de discursos fraternos, ha estado lleno de frenos. En los documentos obtenidos se retrata no solo un camino tortuoso sino irregularidades que los auditores atribuyen a ambas partes, incluidas debilidades en el control y supervisión de costos, de acuerdo a lo que detalla uno de los informes. Por los dos buques los desembolsos han sido de 123,7 millones de dólares, casi 82% del presupuesto inicial de 151,3 millones de dólares.

El caso del buque más avanzado es elocuente sobre las idas y venidas del proceso. La entrega del Eva Perón ha sido postergada en cuatro oportunidades. Incluso fue botado al río Santiago en julio 2012 cuando aún quedaba pendiente la ejecución de un tercio de la obra, según informes de progreso y de auditoría de Pdvsa a los que tuvo acceso esta investigación.

Por solo mencionar un ejemplo, la minuta de la reunión de “inicio de auditoría y evaluación del Proyecto de Construcción de Buques Argentina” del 11 de octubre de 2016 indica que cuatro años después de la botadura del C-79 en el río, aún no se le había aplicado la pintura final para “prevenir la acumulación de vida marina en el casco”, por lo que se tendría previsto “llevar al buque a dique para realizar la limpieza y aplicar el acabado final”.

En junio de 2013, apenas un año después de esa botadura anticipada, ARS notificó a Pdvsa la anulación del contrato y hasta le prohibieron el ingreso al astillero a la comisión inspectora de la petrolera. El desencuentro ameritó una reunión en Caracas, un mes más tarde, para dar continuidad al proyecto. Nueve meses después, se suscribió una enmienda al acuerdo y se presentó un nuevo cronograma. Según un informe de la comisión mencionada, la entrega del barco quedó fechada para febrero de 2023.

Los sindicalistas del astillero afirmaron en diciembre de 2019 que el barco tenía 98% de avance. Entonces Nicolás Maduro respondió con el anuncio de un desembolso de 22 millones de dólares para terminar los buques. El retraso en los desembolsos ha sido documentado como una de las causas de las postergaciones. Por “debilidades en el flujo de caja” y en su “debido seguimiento” transcurrieron 550 días sin pagos que justificaron contractualmente la posposición en la entrega de los buques hasta 2016.

Los pagos no justificados también rodearon la ejecución. Dos ejemplos se mencionan en informes de 2016. Una fue la sobrefacturación de 35,2% en pagos mensuales de 2013 y 2014 a una empresa contratada por PDV Naval para la supervisión de la construcción. Otra fue una orden de pago fuera del marco contractual por 500 mil dólares para mano de obra asociadas a la botadura anticipada del Eva Perón sin haber terminado cinco actividades “previas e imprescindibles”.

Son pinceladas de un proyecto desarrollado con el mar picado. Incluso el propio Rafael Ramírez en su entrevista para este trabajo admitió que habían existido problemas con el contrato, aunque no se explayó en detalles.

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Olvidados en sus astilleros_


El contrato argentino abrió las puertas para un segundo proyecto de mayor calado con un socio latinoamericano: Brasil. Los detalles del contrato que se firmó el 13 de diciembre de 2006 se ultimaban mientras avanzaba la campaña electoral que terminó en la reelección de Chávez.

Un mes antes de la suscripción del acuerdo, Ramírez dio un discurso clave en la historia reciente de la corporación, en el que la declaró “roja, rojita”, en alusión a los colores del partido de gobierno. Sus palabras apuntaban a barrer cualquier norma corporativa interna que impidiera expresar abierto apoyo a Chávez, lo que terminó de abrir un boquete en una cultura que aún resistía la politización.

El contrato para construir los buques lo firmó Asdrúbal Chávez como representante de PDV Marina con una alianza integrada por tres astilleros: el venezolano Dianca, también adscrito a Pdvsa, y los brasileños Eisa y Maua Jurong. Contemplaba la construcción de ocho barcos tipo Panamax con capacidad para 492.000 barriles de crudo y de dos más para cargar 346 mil barriles de productos. Era la concreción de una idea asomada por Hugo Chávez y Lula da Silva en 2005.

Semanas antes se había formalizado otro acuerdo con la constructora Andrade Gutiérrez para levantar un astillero en Venezuela capaz de construir supertanqueros en la península de Araya, estado Sucre, como parte del plan Siembra Petrolera. El proyecto de casi 1.300 millones de dólares sería financiado por los bancos nacionales de desarrollo de Venezuela y Brasil. El astillero, destinado a convertirse en el más grande de Sudamérica, nunca se construyó por el declive de Pdvsa, las denuncias del uso politizado del banco brasileño y el escándalo de Lava Jato, que también alcanzó a Andrade Gutiérrez.

Un destino semejante corrieron los buques a cargo de la alianza de astilleros venezolanos y brasileños: tampoco se materializaron. El presupuesto asignado fue de 721 millones de dólares, según informe de auditoría de Pdvsa de 2017, de los cuales se habían adelantado entonces 261 millones de dólares. Para los Panamax se entregaron 167,5 millones de dólares y para los restantes 93 millones.

En las evaluaciones se encontraron disparidades entre los montos entregados y los avances físicos de las obras. En el caso de los primeros, por ejemplo, se calculaba un progreso de 3%, pero las erogaciones ya superaban un tercio del costo total de 542 millones de dólares. Para los denominados producteros, se había pagado 54% del monto total de 173 millones de dólares, pero el proyecto tenía un avance global de poco más de un tercio de obras.

El único buque avanzado del proyecto quedó abandonado en la Isla del Gobernador, en Río de Janeiro, donde está el astillero de EISA, según han registrado medios. O Globo reportó en 2016 que moradores de los barrios vecinos lo consideraban un enorme criadero de mosquitos. Ese fue el buque para transporte de productos Abreu Lima, botado al agua en 2009 con 55% de avance.

La entrega del Eva Perón se ha postergado cuatro veces. Se botó al río Santiago (2012) cuando aún faltaba un tercio de la obra

La evaluación de los 10 proyectos de construcción de los buques brasileños que hizo la auditoría interna de Pdvsa en 2013 no fue muy auspiciosa. Indica que tanto los Panamax como los producteros encargados se encontraban en fase de “Evaluación técnico legal del contrato”. El documento agrega que “el desarrollo del proyecto se encuentra en condición legal para el arbitraje internacional, lo mencionado anteriormente ha sido informado por las autoridades competentes al caso como Consultoría Jurídica Corporativa y la Gerencia de Litigio Internacional”.

Desde 2009 se habían presentado diferencias en medios brasileños generadas por la falta de pago oportuno de Pdvsa y por una solicitud posterior de cambio de las especificaciones de los barcos establecidas en el contrato. En agosto pasado, los dueños del astillero fueron detenidos por la Policía Federal en el marco de averiguaciones por la Operación Lava Jato.

En el caso de Portugal ni siquiera hubo tantos progresos como con Brasil y Argentina. Chávez y el primer ministro portugués José Sócrates se reunieron en el palacio de Miraflores de Caracas el 29 de junio de 2010 y allí presidieron la firma de 19 acuerdos de cooperación que llevaron la relación bilateral a un volumen de 2.000 millones de dólares. Uno de ellos se suscribió con presencia de Ramírez entre Pdvsa Naval, presidida entonces también por Asdrúbal Chávez, y Estaleiros Navais do Viana do Castelo para la compra de dos buques de carga para asfalto.

Cinco meses más tarde Chávez viajó a Portugal y visitó el astillero para dar comienzo a las obras. Allí formalizó la firma de un contrato para recibir financiamiento del Banco Espírito Santo de Portugal. Le acompañaban, una vez más, Ramírez y Asdrúbal Chávez. La rúbrica de ese segundo documento fue entre el director del Banco Espírito Santo, Joao da Silva, y eñ directivo financiero de Pdvsa, Eudomario Carruyo, después señalado por presuntos vínculos con casos de corrupción.

Para los dos asfalteros portugueses, de 140 mil barriles, se asignó un presupuesto de 145,6 millones de dólares de los que se ejecutó solo la décima parte. Del proyecto se adelantó apenas 5% de las obras, indican informes de auditoría de Pdvsa. El proyecto quedó entrampado por fallas en el flujo de recursos: inicialmente se anunció que el financiamiento del 95% del costo total sería otorgado por el banco portugués. No obstante, tales desembolsos no se produjeron y los emitidos por la petrolera no alcanzaron sino para el primer año de pago de salarios.

El primer buque debió ser entregado en 2014, pero su construcción nunca se inició a pesar de que el astillero compró más de 15 mil toneladas de acero naval. El material fue vendido por Viana do Castelo en 2017 por 8,7 millones de euros. Fue el único recuerdo de un proyecto arrastrado por una marejada.

El astillero, que iba a ser el más grande de Sudamérica, nunca se construyó por el declive de Pdvsa y el escándalo de Lava Jato

Entregas entre controversias_

Del grupo de los 18 buques, solo fue entregado uno fabricado en Irán. Ramírez recordó en la entrevista para este trabajo que hubo problemas con la fabricación debido a las sanciones internacionales que le habían impuesto a ese país para prevenir sus planes de desarrollo de energía nuclear. A pesar de que ello suponía graves dificultades para desembolsar dinero a través del sistema financiero internacional, el gobierno de Chávez optó por empresas iraníes como proveedoras en incontables proyectos estratégicos, muchos de los cuales padecieron retrasos por la misma razón.

Los documentos internos de Pdvsa cuentan otra historia tras bastidores. En diciembre de 2006 se suscribió el contrato para la fabricación de cuatro buques tipo Aframax, con una capacidad para transportar 650 mil barriles de petróleo cada uno. Lo firmó Asdrúbal Chávez, en calidad de presidente de PDV Marina, con representantes de la empresa pública iraní Sadras. Reportes confidenciales de auditoría interna de Pdvsa señalan que la inversión fue de 239 millones de dólares, a razón de 59,6 millones por cada buque. Hasta 2017, se habían ejecutado 176 millones de dólares, 60% del presupuesto.

El primer buque fue bautizado con un nombre de cacique: Sorocaima. Sería entregado en 2012, según el informe de gestión anual de Pdvsa de ese año. Pero en julio de 2013, el vicepresidente iraní para Asuntos Internacionales, Ali Saeedlou, afirmó que el tanquero, el primero en su tipo construido en el Medio Oriente, ya “estaba listo” y sería entregado “pronto” a Venezuela.

Entretanto, Sadras advirtió ese mismo año que Pdvsa debía 28 millones de dólares. Citando a la agencia de noticias iraní Mehr, Reuters reportó que el presidente de la compañía confirmó “problemas con los pagos venezolanos” aunque aclaró que no tomaría acciones legales contra la petrolera.

En 2014 el Sorocaima seguía anclado en el astillero ubicado en la isla Sadras, Irán. Tanto el portal Tradewinds como Bellingcat confirmaron que para ese año el barco reposaba en el mismo dique, tal como registró el Sistema de Identificación Automática (AIS) que permite el rastreo naval global. No fue sino en febrero de 2019, 13 años después de la firma del contrato, que el Sorocaima finalmente se sumó a la flota de Pdvsa bajo la subsidiaria Albanave, pero con un nombre diferente: Arita y con bandera de Panamá, confirmó TradeWinds.

Ello no detuvo las borrascas. Dos meses después de entrar en operación comercial, el tanquero fue detenido en Singapur a petición de la empresa naviera alemana Bernhard Schulte Shipmanagement (BSM), que había sido operadora de la flota de Pdvsa, por una deuda acumulada por la corporación venezolana.

Tras una negociación entre Pdvsa y BSM, de la cual no se conocen detalles, se levantó la medida de arresto y el acontecido Arita logró llegar al puerto de la refinería de Amuay, en el estado Falcón, en octubre de 2019. Desde entonces, se encuentra navegando entre puertos venezolanos, como certifica el rastreador naval Marine Traffic, siguiendo una ruta más limitada, lejos de los océanos para el que fue originalmente creado.

A diferencia del recibimiento oficial de ocasiones anteriores, en la llegada al país del primer y único buque de Pdvsa construido por Irán no hubo fanfarria ni papelillos.

Fue el propio Ramírez quien encabezó en octubre de 2013 una ceremonia cargada de emotividad y transmitida en vivo por televisión cuando arribaron a costas venezolanas los buques Ayacucho y Río Arauca, presentados como fabricados en China. En el primero, con capacidad para dos millones de barriles de crudo, los trabajadores desplegaron una gran tela con el rostro de Hugo Chávez, ya fallecido. La transmisión se realizó desde el terminal de embarque de Jose, estado Anzoátegui, con Nicolás Maduro como moderador a distancia gracias a la transmisión satelital.

“Llevamos a nuestro comandante Chávez en el corazón y en el alma”, dijo Ramírez entonces. “Nunca antes habíamos tenido en Venezuela un buque de esas características, es el primero de ocho buques que viene para Venezuela… Es casi del mismo tamaño de un portaaviones, es el portavión (sic) de la Patria, el portavión (sic) de la soberanía, el portavión (sic) de la revolución”.

Al final solo se construyeron en China cuatro de semejantes características. A los otros tres, al igual que el Ayacucho, se les puso nombres de las batallas de independentistas libradas por el Ejército Libertador durante la Guerra de Independencia: Carabobo, Boyacá y Junín. El memorándum de entendimiento para fabricarlos se suscribió el 24 de septiembre de 2008 e involucró a la empresa binacional CV Shipping PTE controlada a partes iguales por Venezuela y por China.

Las deliberaciones sobre el tema entre ambas naciones ocurrieron más de una vez. Una de ella fue en la cuarta visita oficial de Chávez a China por invitación de su homólogo Hu Jintao en agosto de 2006. El gobernante venezolano subrayó la "importancia estratégica" del viaje. Durante la gira se firmó un primer memorándum de entendimiento entre Pdvsa y China State Shipbuilding Corporation (CSSC) y China Shipbuilding Industry Corporation (CSIS), los dos fabricantes de embarcaciones más grandes del país, administrados por el Estado.

El objetivo de este acuerdo firmado por Ramírez era “ampliar la flota de la petrolera venezolana, reducir dependencia de terceros y asegurar la satisfacción de la demanda energética de clientes para la construcción de 18 buques”, según las palabras del entonces ministro y presidente de Pdvsa.

De ese plan inicial con China solo se entregaron cuatro buques. El 22 de diciembre de 2009, se suscribió otro contrato de construcción de un tanquero, esta vez entre las empresas CV Shipping PTE Ltd, China Shipbuilding & Offshore International Co. LTD y el astillero Bohai Shipbuilding Heavy Industry Co. LTD del que tampoco se conocen resultados.

En septiembre de 2012, en el astillero Bohai de la ciudad de Huludao fue lanzado al mar el tanquero Carabobo, cuya operación estaría a cargo de CV Shipping PTE para atender el mercado asiático. No fue el primero en arribar a Venezuela, sin embargo, sino el Ayacucho. En esa ocasión Ramírez anunció que el Boyacá llegaría antes de finalizar 2013, que el Carabobo lo haría en mayo de 2014 y el Junín en octubre de ese año.

Los cuatro buques del convenio chino estaban activos al cierre de julio de 2020, pero no necesariamente cumpliendo el objetivo para el cual fueron creados, y tres de ellos ya no forman parte de la flota de Pdvsa. Entre enero y febrero de 2020, los barcos Boyacá, Carabobo y Junín pasaron a manos de Petrochina Co Ltd luego de que la empresa mixta chino-venezolana CV Shipping (propietaria de los tanqueros) fuese declarada en quiebra.

No hay referencia de los precios que pagó CV Shipping por los buques de factura china, ya que el astillero manifestó que la operación de la construcción de esas embarcaciones era “secreto comercial”. El precio promedio de este tipo de buques fue 95 millones de dólares, según el bróker naval Gibson Shipping Energy. Desde febrero de 2020, PetroChina tomó el control del Junín, Boyacá y Carabobo, por lo que Pdvsa perdió la capitanía de estos tres buques que pagó con dineros públicos. Un resultado negativo para una inversión desconocida, pero millonaria.

Con otro socio asiático, Japón, la deriva fue diferente. En 2009, Pdvsa firmó el contrato de compra de cuatro buques tipo Aframax con una capacidad de transporte de 720.000 barriles de crudo en el marco de un convenio bilateral, cuya idea nació durante la visita de Hugo Chávez a Japón ese mismo año.

La memoria y cuenta del Ministerio de Petróleo 2010 recoge algunos acuerdos de esas negociaciones entre Pdvsa y la empresa Itochu Sumitomo Heavy Industries para adquirir los buques, con una inversión de 87 millones de dólares cada embarcación. Entre las acciones estaba en proceso la firma de los cuatro contratos de adquisición por parte de la Junta Directiva de Pdvsa, mientras que el proyecto ya presentaba un avance físico de 25% en etapa de construcción. Un total de 70% del costo total del proyecto tendría financiamiento del Banco Japonés para la Cooperación Internacional.

El 10 de abril de 2013, un mes después de la muerte de Chávez, una comitiva presidida por su sucesor Nicolás Maduro acompañado por Ramírez, recibió en el puerto de Guanta, estado Anzoátegui, a los cuatro buques japoneses en los que se invirtieron 312 millones de dólares, publicó la agencia EFE. Las embarcaciones tendrían a cargo 40% de comercio a Asia, según los planes del fallecido mandatario.

Según declaró Maduro, vestido con chaqueta tricolor, el Paramaconi, Terepaima, Tamanaco y Yare (antes Guaicaipuro), bautizados en honor a los caciques de etnias originarias, irían “por los mares del mundo llevando nuestro petróleo y productos que se procesen en Venezuela; venimos a ratificar la plena soberanía petrolera”.

Ramírez, por su parte, ratificó en esa ocasión que los cuatro barcos formaban parte de un grupo de 26 embarcaciones petroleras compradas a Japón. El resto –aseguró– estaba en construcción y permitirían rutas “económicas y viables” hacia nuevos mercados como China e India. Hasta la fecha, no se tiene información de las restantes 22 embarcaciones que estarían construyéndose en el astillero japonés.

Pero no todo fluyó con los recién adquiridos petroleros japoneses. Un año y dos meses después del recibimiento en puerto venezolano, el tanquero Yare debió entrar en reparación por una rotura el 29 de mayo de 2012. Reuters informó el 28 de mayo de 2012 que el buque fue atendido de emergencia en un astillero de Bahamas por rotura del casco durante el incidente. Estuvo varado durante tres meses en el Freeport de Bahamas y aunque no hubo derrame de crudo, Pdvsa debió fletar otros barcos para reemplazar la operación. Extraoficialmente se supo que el accidente se debió a que el Yare encalló con un banco de arena en la cercanía del terminal petrolero Borco.

El monto que pagó Pdvsa por cada tanquero japonés no coincide con los precios de los Aframax en el mercado internacional para la fecha de los contratos. “Los buques de bandera nacional Tamanaco, Terepaima, Yare y Paramaconi, construidos en el astillero Sumitomo de Japón, fueron adquiridos por Pdvsa Naval (con financiamiento de PDV Marina), con un grosero sobreprecio, estimado en más de 30 millones de dólares en cada uno”, asegura un exfuncionario de PDV Marina que pidió mantener su nombre en reserva. El informante agregó que durante el primer mes de su gestión encontró evidencias de irregularidades. En reunión de la junta directiva, el funcionario solicitó la copia del contrato de compraventa de los buques japoneses con el fin de verificar el precio real pagado por PDV Marina. Pero nunca le permitieron acceder a ese documento, lo que significó un vuelco radical en su relación de trabajo con el presidente de la filial, Asdrúbal Chávez.

La certeza del sobreprecio la tuvo tras ordenar una investigación sobre estas irregularidades. El exdirectivo se reunió con representantes japoneses que le ofrecieron dos buques por 87 millones de dólares cada uno con las mismas características de los anteriores fabricados en el astillero Sumitomo y el mismo precio que pagó Pdvsa el año anterior. Al cotizar en el mercado internacional, encontró una empresa árabe que vendía dos barcos del mismo modelo y año, y del mismo astillero, en 49 millones de dólares cada uno, poco más de la mitad de lo que costaron los buques japoneses.

También fue el caso de la empresa de transporte petrolero Ten Tsakos Energy Navigation (TEN) Ltd que anunció en un informe publicado en abril de 2010 que para julio de ese año esperaban la entrega de un Aframax construido por Sumitomo Heavy Industries por un monto de 60,7 millones de dólares. Es decir, 26,3 millones de dólares menos de lo que costó cada uno de los buques japoneses comprados por Pdvsa en 2010.

Se intentó consultar la versión de estas negociaciones tanto a Sumitomo Corporation de Venezuela en Caracas como a Sumitomo Heavy Industries Ltd en Japón, pero hasta el cierre de esta edición no se obtuvo alguna respuesta. Ni los teléfonos ni el correo electrónico de la sede en la capital venezolana funcionan, y su oficina está cerrada.

Tres lustros después de la firma del primer contrato del Plan Siembra Petrolera y bajo el cerco de las sanciones de Estados Unidos, la administración de Maduro ya no espera por los 42 nuevos buques que reforzarían la flota de Pdvsa, originalmente proyectada para transportar la producción de crudo venezolano que hasta agosto de 2020 había caído a unos 300 mil barriles de petróleo diarios, 10 veces menos de lo que producía a mediados de la década pasada. A la distancia, y reñido con Maduro, Ramírez cuestionaba la deriva del gobierno, de la empresa petrolera y se preguntaba, al margen de toda responsabilidad, ¿dónde están los buques?