Un presunto testaferro que está detenido en Estados Unidos, un empresario víctima de sicariato, un par de nombres vinculados a antiguas “mafias” de Guayana. El siguiente capítulo desnuda la historia de cinco firmas cuestionadas por asuntos que van más allá de su poca transparencia
En los casi 112 mil kilómetros de extensión del Arco Minero del Orinoco, hay compañías que, más allá de la opacidad con la que fueron registradas y actúan, han quedado envueltas en la polémica. Sus propietarios, con quienes el Estado suscribió alianzas estratégicas, han protagonizado contiendas judiciales, pactos con bandas armadas, persecuciones de gobiernos foráneos y hasta han sido víctimas de muertes por encargo. En la mayoría de los casos, el Ejecutivo ha guardado silencio sobre estos controvertidos personajes que se convirtieron en sus socios para explotar el oro de la nación.
Una de estas historias de escándalo es la de GuayanaOro, empresa que todavía hoy exhibe su letrero en el sector La Gran Prueba de Nacupay, en el municipio El Callao. Detrás de ella estaba Leonardo Santilli García, empresario ítalo-venezolano de 49 años asesinado la mañana del 1 de septiembre de 2020 en el estacionamiento de una conocida cadena de farmacias venezolana en Lechería, estado Anzoátegui. Acababa de hacer allí una compra y había vuelto a su Toyota 4Runner cuando un par de motorizados lo abordó y le descargó ocho balazos. El hecho, sin embargo, fue solo la punta de un iceberg que escondía historias de corrupción en Pdvsa, lavado de dinero y juicios en Estados Unidos.
Motorizados asesinan de múltiples disparos al empresario zuliano Leonardo Santilli en Lechería, estado Anzoátegui. El suceso tuvo lugar en el área del estacionamiento de Farmatodo, cuando fue sorprendido por sujetos a bordo de una moto Kawasaki KLR-650 pic.twitter.com/aTOqe9nwKD
— Eleazar Urbaez (@FEDGLOCK) September 1, 2020
El caso de la muerte de Santilli se resolvió en tiempo récord. Un día después de su asesinato, el fiscal general de la República nombrado por la asamblea nacional constituyente de Nicolás Maduro, Tarek William Saab, giró públicamente instrucciones para investigar el hecho, y dos semanas después anunció la detención de los seis autores materiales e intelectuales del sicariato. Según él, un hombre llamado Nicola Romano García debía un millón de dólares a la víctima y, para no pagar, decidió mandar a matar a Santilli en asociación con los hermanos Aníbal y Amílcar Macayo Chacín. Estos contactaron a Ender Vera Pineda, José Burkooitz Flores y José Guzmán Rojas, quienes fungieron como los ejecutores del plan junto a Joel José Mariño Córdova, quien murió en un enfrentamiento antes de ser atrapado. El exfuncionario de la Policía Municipal de Guanta (Poliguanta), Edward Solano Pereira, actuó como cómplice. Al cabo de un año, todos fueron sentenciados con penas entre los seis y 30 años de cárcel.
Cuando esto ocurrió, Santilli ya había encabezado titulares. El contratista de Petróleos de Venezuela (Pdvsa) estaba siendo investigado por el Departamento de Justicia de los Estados Unidos por presuntamente haber participado en un esquema de lavado de dinero y sobreprecios a través de sus negocios con la compañía estatal entre 2014 y 2017. Los fiscales norteamericanos informaron que Santilli poseía al menos cuatro empresas, dos en el estado de Florida (EE. UU.) y otras dos en Venezuela, que servían como intermediarias en el suministro de mercancías de distinta naturaleza a las filiales de Pdvsa.
“En total, las empresas de Santilli recibieron cerca de 150 millones de dólares en contratos inflados, de los cuales más de 100 millones de dólares se transfirieron a sus cuentas personales o de sus familiares, cuentas fiduciarias, empresas ficticias y de otros ciudadanos venezolanos”, indica al respecto una nota de la plataforma web especializada en bases de datos Sayari.
De acuerdo con la base de datos online de empresas del mundo, Open Corporates, Santilli García era miembro de la junta directiva de al menos seis compañías registradas en el estado de Florida, Estados Unidos: Padale, LLC (Weston), Cosaco y 2377 Glendon LLC (ambas en la misma dirección en Sunrise). Todas fueron creadas a mediados de 2016. Su nombre también figura en la Corporación Empresarial Alimentos del Sur Sociedad Anónima, Ceassa, en Panamá.
Además, era el presidente de GuayanaOro, compañía que aparece en el banco de proyectos mineros creado por el Ministerio de Desarrollo Minero Ecológico, aunque no está en el Registro Nacional de Contratistas. Pese a esta falta, la empresa suscribió una alianza estratégica con la Corporación Venezolana de Minería, S.A., a través de un contrato de operaciones orientado al “desarrollo de actividades de beneficio y transformación de arenas auríferas mediante el proceso de hidrometalurgia por lixiviación con cianuro, con capacidad para 200 toneladas día de material primario”, señala el ministerio. Su objetivo principal tenía esta relación en la mira y por eso se acoge a la Ley de Reforma Parcial del Decreto Nro. 2.165 que Reserva al Estado las Actividades de Exploración y Explotación del Oro, así como las Conexas y Auxiliares a estas, a fin de “compartir procesos productivos” en yacimientos auríferos, de coltán y de otros minerales asociados.
Santilli no actuaba solo. El otro socio era Jean Carlos Ranauro Guzmán, un empresario de Tumeremo de 42 años, propietario de una compañía en Doral, Florida, llamada Global Trade Metals Inc., creada en octubre de 2017 junto a Antwill José Salazar Zambrano, también de 42 años pero de Ciudad Guayana, dueño de negocios en Panamá.
A la vanguardia del escándalo
Antes de que se conociera la escandalosa vida de Santilli, otra empresa minera había caído en desgracia. Se trata de Molinos La Vanguardia, cuyo propietario, Eduardo Enrique González Mejías, conocido como “El Tati”, está solicitado por la justicia venezolana desde noviembre de 2018. El fiscal general designado por la asamblea nacional constituyente, Tarek William Saab, solicitó una orden de captura por extracción y contrabando ilícito de oro en su contra y le asignó el título de “el Zar del oro de El Callao”. “El Tati” supuestamente ejecutó operaciones que le permitieron extraer 150 kilos de oro del Arco Minero del Orinoco, lo que equivalía a 6 millones de dólares para aquel momento. Desde entonces, las actividades de la compañía están suspendidas.
Otro solicitado por el caso es Higinio Alfredo Benítez Mendoza, exjefe de la Oficina Nacional de Fiscalización e Inspección Minera (Onafim), quien supuestamente le concedió a González Mejías la autorización oficial para operar de forma irregular el metal y así financiar a bandas criminales que controlaban las minas para comprar la mayor cantidad de oro y comercializarlo fuera del país.
Pese a la solicitud de Saab, no se pudo confirmar oficialmente si estas órdenes de captura contra “El Tati” y Benítez Mendoza fueron libradas. Quien sí cayó en medio de un supuesto enfrentamiento con la Dirección de Inteligencia Militar en Río Chico, estado Miranda, justo antes de que se exigieran estas detenciones fue Phanor Vladimir Sanclemente, conocido con el mote de “Capitán”, jefe de la megabanda “Tren de Guayana” que controlaba la zona de Nacupay, donde funcionaba La Vanguardia. El grupo criminal todavía mantiene su poderío sobre este sector de El Callao.
Cuando se solicitaron las órdenes de detención, en 2018, el entonces diputado de oposición Américo De Grazia aseguró que la medida contra la compañía fue un “pase de factura” para destronar a sus verdaderos dueños, dos militares vinculados con el aparato represivo de Maduro que salieron abruptamente de sus cargos luego de sendos escándalos. El primero de ellos es el general Gustavo González López, actual director del Consejo de Seguridad e Inteligencia de la Presidencia de la República y director del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin), quien para ese momento acababa de ser expulsado de este último cargo (que retomó en abril de 2019) por la muerte del concejal de Primero Justicia Fernando Albán en uno de los edificios de la institución que regía.
El otro general detrás de “La Vanguardia” era supuestamente Antonio Benavides Torres, ex comandante general de la Guardia Nacional, quien fue destituido un día después de que uno de sus soldados disparara a quemarropa contra el estudiante Fabián Urbina durante una protesta antigobierno en 2017. Ese mismo año, en julio, la Fiscalía General de la República en manos de la destituida Luisa Ortega Díaz, lo imputó "por la presunta comisión de graves y sistemáticas violaciones a los derechos humanos cometidas durante las manifestaciones ocurridas en el país". Hoy, es diputado de la Asamblea Nacional chavista.
Pero Molinos La Vanguardia no era una empresa desconocida para el gobierno. El nombre de la compañía apareció en la Memoria y Cuenta de 2017 del Ministerio de Desarrollo Minero Ecológico tras firmar con la Compañía General de Minería de Venezuela C. A. (Minerven) una alianza estratégica “para el procesamiento de mineral aurífero y la recuperación de oro, mediante una planta de cianuración de lixiviación CIL-CIP con carbón activado con las empresas”. Al frente de la cartera estaba Roberto Mirabal. Además, en diciembre de 2017 fue el escenario de un “acto histórico”, presidido por el entonces ministro Víctor Cano, quien en alianza con la Compañía Anónima Venezolana de Industrias Militares (Cavim), entregó explosivos a mineros para la explotación aurífera subterránea en 23 áreas autorizadas.
El anuncio oficial de la orden de detención “El Tati” se produjo minutos antes de que el hoy expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmara en 2018 un decreto para imponer por primera vez sanciones relacionadas con el sector aurífero en Venezuela. La orden ejecutiva prohibió a individuos estadounidenses o extranjeros hacer transacciones con actores y redes cómplices de sectores económicos corruptos en Venezuela.
Mafias de vieja data
Investigar a Goldtex de Venezuela C. A. –fundada en 1995– significa toparse con una serie de discrepancias desde sus cimientos. Se desconocen los detalles de su proceso de contratación y su inscripción en el Registro Nacional de Contratistas fue anulada porque el sistema detectó inconsistencias en la información y no pudo validar su actualización.
Sin embargo, lo más llamativo de su constitución no solo son estos detalles, sino los nombres que estuvieron al frente de la firma cuando esta inició sus operaciones en el Arco Minero del Orinoco. Su presidente Gran Alexander Ritchie Silva, de 54 años, y su vicepresidente Eduing Flores Zuloaga, de 40 años, estuvieron implicados en el caso de la “mafia de las cabillas”, que desapareció cientos de cargamentos de cabillas reguladas de la Siderúrgica del Orinoco (Sidor) que debían ir a los mercados ferreteros de la industria estatal, pero terminaron siendo revendidos. El principal imputado por esta causa fue el director de comercialización de Sidor, Luis Velásquez, quien era administrador de la cartera de clientes de la acería, presidente de la comisión de transición en las briqueteras Matesi y Orinoco Iron, y amigo íntimo del entonces gobernador de Bolívar, Francisco Rangel Gómez.
En 2011, el Estado presentó cargos contra Ritchie Silva y Flores Zuloaga –ambos con domicilio en Ciudad Guayana, estado Bolívar– porque estaban al frente de dos contratistas de Sidor investigadas por el caso: Degran & Compañía, C.A y Ediperca. Les imputaron delitos de Concierto de Funcionario Público con Contratista por firmar contratos con la estatal Orinoco Iron sin atravesar por procesos de licitación y otros mecanismos internos. En 2014, se dictó el sobreseimiento a los dos empresarios porque supuestamente no habían incurrido en ningún delito. Ese mismo año, el entonces juez Jesús Manuel Jiménez Alfonzo, hoy magistrado del Tribunal Supremo de Justicia, declaró sin lugar la apelación que el Ministerio Público interpuso contra el sobreseimiento de la causa.
Ritchie Silva y Flores Zuloaga salieron de Goldtex en 2018 y así pasó a estar a nombre de Nellys Josefina Ramírez, de 52 años, residenciada en Ciudad Guayana. La dirección física de la compañía cambió y de tener sede en la urbanización Alta Vista de Ciudad Guayana, hoy está en el sector El Porvenir, en el Kilómetro 3 de la Troncal 10, entre los pueblos mineros de Guasipati y El Callao, estado Bolívar.
En 2021, Goldtex cambió nuevamente de manos y hoy su presidente es Álvaro Ramírez, de 70 años, con residencia en Maracaibo, estado Zulia, según el CNE. Desde 2012 su objeto social se mantiene inalterable: explotación, exploración, procesamiento, comercialización, y transporte de la industria minera y sus derivados. La actividad económica en la que está inscrita en el SENIAT es “Actividades de apoyo a la explotación de otras minas y canteras”.
Saab, el minero
Ha ocurrido tanto alrededor de la Empresa Mixta Sociedad Anónima Mineral Binacional Turquía Venezuela S.A (Mibiturven S.A), que es difícil escoger un hecho para comenzar su relato. Podría empezarse por las 15 familias que militares venezolanos desalojaron de sus viviendas en la urbanización Santa Bárbara, en El Callao, para cederlas a la compañía en 2019; o por la detención de uno de sus mineros –Alan Miguel Ortega Espejo, de 37 años de edad–, quien supuestamente usaba como fachada la empresa Inversiones Molinos Nacarette C.A. para procesar y blanquear el oro que las bandas de “Zacarías” y “Toto” obtenían de las extorsiones que practicaban en la zona; o señalar que, desde su creación, se le vinculó con Alex Saab, el empresario colombiano señalado como testaferro de Nicolás Maduro y actualmente procesado por Estados Unidos.
Mibiturven –que no aparece en el RNC y cuyo proceso de contratación pública se desconoce– nace de una alianza entre la estatal Minerven (55%) y la turca Marilyns Proje Yatirim S.A (45%) en 2018, con el fin de “desarrollar las actividades primarias de exploración en la búsqueda de yacimientos de oro, así como la extracción y explotación de dicho mineral”, dice una publicación promocional de la empresa fechada en 2022 para destacar los logros de la compañía. En ese mismo documento se detalla que Mibiturven estuvo detrás de la reactivación de las plantas Caratal, Camorra, Chocó y Revemin, que antiguamente operaba Minerven, así como de la “adecuación y relanzamiento de operaciones” de las minas Colombia, Chocó, Isidora y Simón Bolívar.
El empresario que huyó tras asociarse con militares
La Planta Orizonia es una de las empresas en la que los militares venezolanos tienen participación directa en el negocio del oro del Arco Minero. Nació de la asociación de la Compañía Anónima Militar de Industrias Mineras, Petrolíferas y de Gas (Camimpeg) –creada vía decreto en 2016 por Nicolás Maduro– y del Grupo Orizonia –que inicialmente y según su inscripción en el SENIAT, se dedicaba a la “venta al por menor de aparatos, muebles, artículos y equipos de uso doméstico en almacenes especializados” y que, posteriormente, añadió a su objeto social el decreto 2.165 para poder participar en la explotación de minerales.
Orizonia funciona dentro de la mina Bizkaitarra, en Las Claritas, al sur del municipio Sifontes del estado Bolívar, y en 2018 fue noticia porque hasta allí llegó el primer filtro de prensa que se utilizaría en la industria minera venezolana para eliminar las lagunas de cola que se forman durante los procesos de producción de oro. El arribo fue posible porque Camimpeg y Minerven firmaron una alianza con China para traer al país siete plantas dotadas de “nuevas tecnologías ecoamigables”.
Aunque en la junta directiva actual de la Planta Orizonia figuran tres personas, hay una cuarta que abandonó la sociedad para salvar su patrimonio de las sanciones que el gobierno de Estados Unidos impuso a quienes firmen contratos de minería con el Estado venezolano. Esta información se desprende de un reportaje publicado en 2020 por El Nuevo Herald, de Miami, e indica que el empresario venezolano-trinitario Clemente Ricardo Silva Lezama (fallecido en 2021) figuró como accionista mayoritario del Grupo Orizonia hasta 2019, cuando decidió separarse del proyecto.
Según El Nuevo Herald, Silva Lezama aseguró haber vendido su participación en la Planta Orizonia y mostró al medio un par de cartas que envió al Ministerio de Desarrollo Ecológico Minero para hacer efectivo este paso. Sin embargo, documentos mercantiles consultados por el diario estadounidense, revelaron que en enero de 2020 todavía aparecían dos hijos de Silva en la junta directiva: Klemens Alejandro y Ricardo Leslie Silva, quienes supuestamente poseían 80% del capital social de la firma. Fue precisamente este último quien estuvo presente como presidente de Orizonia cuando la planta se inauguró en mayo de 2021, de acuerdo con una publicación en Facebook del Viceministerio de Planificación y Desarrollo para la Defensa del Ministerio de la Defensa venezolano.
La sociedad de Silva Lezama con el Estado venezolano no era nueva. Varias de sus compañías con sede en Puerto Ordaz están en el RNC, aunque todas están inhabilitadas desde hace al menos cuatro años porque sus datos no se actualizaron. Empresas como S&S Orinoco Aviation, Consorcio SMT Silva, Servicios Marítimos y Transporte Silva y Silva Shipping Agency, dedicadas al transporte aéreo y fluvial, fueron contratadas para hacer traslados a Ferrominera. En el registro también está CSL Stevedoring and Transport C. A.
Silva Lezama también dijo a El Nuevo Herald que ante el silencio del Ministerio a sus peticiones escritas, estableció un acuerdo con el hoy presidente del Grupo Orizonia, Americo José Figuera Duerto, para dejar la sociedad con Camimpeg y recibir su inversión una vez que la planta comenzara sus operaciones. Se desconoce si este retorno se llevó a cabo antes de que muriera.
Figuera Duerto también es representante legal de American Wellgo y socio de la Asociación Cooperativa Morichal 4563, que firmó al menos un contrato con Ferrominera en 2006. El vicepresidente del Grupo es Byron Figuera Duerto, socio de la ya mencionada Morichal 4563 y vinculado a dos empresas en Estados Unidos: Oxiplus Corp y Caroni Cargo Llc.
Eduardo Rivas
Hay un nombre que no debe dejar de mencionarse cuando se habla del Arco Minero del Orinoco: el de Eduardo José Rivas, identificado formalmente como presidente de los dos complejos industriales mineros más grandes de la región: el "Domingo Sifontes", en El Callao, al sur de Bolívar, y el "Manuel Carlos Piar", en Puerto Ordaz, la ciudad más importante de la entidad. Sin embargo, informalmente, a Rivas se le conoce como el hombre que domina las operaciones auríferas de la zona al menos desde 2018 y su poder está más vinculado a sus relaciones personales que a sus buenos procederes como empresario.
Rivas comenzó a sonar el mismo año en el que se inauguró el complejo de El Callao con la presencia del entonces ministro de Desarrollo Minero Ecológico, Víctor Cano. Un reportaje de Armando.Info lo identificó como un personaje cercano a los hijos de Cilia Flores, primera dama de la República, y a Nicolás Maduro Guerra, el hijo mayor del presidente Nicolás Maduro. La nota también asegura que, a partir de la información que él proporcionó sobre el comercio ilegal del oro, se armó la "Operación Manos de Metal", que puso en la mira de la justicia a algunos pranes y traficantes de oro a fin de sacarlos del negocio. Solo unos pocos actores denunciados quedaron tras las rejas.
Dotado de seis plantas cianuradoras –una tecnología catalogada por el gobierno venezolano como "ecoamigable"– el complejo "Domingo Sifontes" ha aparecido varias veces en notas de prensa oficiales que auparon su producción. En junio de 2018, a un mes de su inauguración, el mismo Cano aplaudió que el complejo fundiera su primera barra de oro de 4,4 kilogramos.
"El Complejo Industrial Domingo Sifontes no solo recupera el #oro de las arenas mercuriales, sino que permite avanzar en la recuperación ambiental de la huella que ha dejado la minería, históricamente, en ese territorio", dijo en un tuit en aquella época.
Más recientemente, en junio de 2020, el Ministerio mencionó a ambas industrias como las gestoras de "una actividad minera responsable y ecológica, modelo con el que se ha identificado el ingeniero Eduardo Rivas" y añadió que fueron "determinantes en el impulso de la economía nacional" en medio de la cuarentena por el COVID-19. En octubre de ese año, se destacó que Rivas estaba a cargo de la construcción de un corredor vial de 1,5 kilómetros en Nacupay, la zona minera de El Callao donde está el complejo que preside.
"Estamos trabajando articuladamente con las diferentes empresas del Arco Minero del Orinoco, por el bienestar y desarrollo de nuestro pueblo, esta es una iniciativa del Complejo Industrial Domingo Sifontes y del señor Eduardo Rivas, quien ha sido ejemplo para que otros empresarios se sumen", afirmó el entonces alcalde de El Callao, Alberto Hurtado.
Al "Domingo Sifontes" también se le ha mencionado en notas menos halagüeñas. Correo del Caroní publicó en diciembre de 2021 que los trabajadores del complejo denunciaron ser víctimas de violaciones laborales y de derechos humanos. Aseguraron que les quitaron beneficios, les hicieron descuentos salariales injustos, y no los dotaban regularmente de uniformes y equipos de seguridad. Por hacer estos reclamos, algunos fueron despedidos, mientras que otros fueron amedrentados por efectivos de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (DGCIM), cuerpo que además se encarga de la seguridad de la empresa, en lugar de la Guardia Nacional.
Fuentes consultadas para esta investigación indicaron que ninguno de los complejos presididos por Rivas está funcionando en su total capacidad.