Muchos habitantes de la Colonia Tovar se han marchado para buscar nuevas oportunidades. Pero no Isaura Gutt, descendiente de uno de los fundadores, quien sigue apostando a este enclave alemán en Venezuela
Por Daniel Benítez
Isaura Gutt, de 27 años, está detrás de la barra del bar de La Ballesta, un centro recreativo en la parte alta de la Colonia Tovar. Isaura ordena unas botellas y pasa un paño por la parte interna de la barra para iniciar su jornada laboral. El lugar está decorado como si se tratase de un museo de cerveza y otros licores. No tiene la ropa típica alemana, como es usual ver en las mujeres que atienden los negocios en este poblado. Isaura viste jean, blusa, zapatos deportivos y una bufanda.
Ella insiste en fomentar el turismo en la Colonia Tovar a pesar de las colas en las estaciones de gasolina, la disminución en la visita de turistas, la imposibilidad que tienen algunos colonieros para atender su salud o que dos de sus amigos de la infancia emigraron. Isaura igual, cada fin de semana, atiende La Ballesta.
“Han pasado muchas cosas, pero no se me ha pasado por la cabeza irme a vivir fuera de Venezuela, sigo apostando a la Colonia. Es como tener un pedacito de Alemania en este país. Es un entorno tranquilo, donde tenemos siembra y una parte cultural y turística que aún se conserva”.
Mientras lo dice se queda observando el verde y las enormes casas de estilo alpino originarias de Schwarzuwal –en Selva Negra, al sur de Alemania de donde provienen los fundadores de este poblado–, pintadas de blanco o marrón, cruzadas con rayas negras, techos rojos y repletas de flores.
Un comerciante de 49 años, que pertenece a la cuarta generación de estos venezolano descendientes de inmigrantes alemanes, quien prefirió no dar su nombre, cuenta que por la situación del país muchos colonieros han decidido emigrar. “Algunos jóvenes se han ido a otras latitudes en busca de mejores oportunidades. Aquí hay algunas familias donde quedaron los padres solos. Parece que estuviésemos en camino de ser un pueblo del norte de Alemania con solo adultos mayores”.
Isaura, en cambio, se niega a dejar morir el lugar donde nació y donde se hizo la primera cerveza de Venezuela. Lugar que, además, ganó un Récord Guiness en 1993 cuando por la conmemoración del 150 aniversario del poblado se fabricó la salchicha más grande del mundo con un peso de 498,6 kilos y 15 metros de largo.
La colonización alemana
Isaura es descendiente de Carlos Gerig, uno de los primeros inmigrantes alemanes que llegaron a la Colonia Tovar en el siglo XIX.
Después de las guerras de Independencia, los países de América del Sur afrontaban un nuevo escenario: conquistaron la libertad, pero con unas tierras arruinadas. Hacían falta brazos para trabajar. Se pensó en una novedosa forma de colonización, la repoblación con voluntarios alemanes. El apoyo del lado venezolano lo encontraron en el Conde Martín de Tovar y Ponte, quien dio sus tierras en la Cordillera de la Costa venezolana al norte de La Victoria, donde se encuentra establecida la colonia alemana.
“El grupo de alemanes embarcó en el puerto francés de Le Havre, en enero de 1843 y llegaron a Choroní en abril de 1843. Vinieron 80 familias alemanas provenientes de la región de Kaiserstuhl, zona montañosa del sur de Alemania y se les prometió un sitio de geografía y clima similares a los de su zona”, relata un artesano de 50 años descendiente directo de alemanes, que al igual que el comerciante pidió resguardar su identidad.
Después de la travesía llegaron a su tierra prometida a 1.850 metros de altura. Los primeros inmigrantes traían toda clase de semillas y la técnica para elaborar cerveza. Cultivaban café, producían melocotones, fresas y duraznos. Introdujeron las técnicas para fabricar curiosas y vistosas velas y trabajar el barro, convirtiendo la arcilla en maravillosos jarrones, vajillas, vasos, jarras de cerveza, vasos de vino y toda clase de utensilios para el hogar. Los visitantes admiraban su arte y compraban por montones. La fama de su cerámica es internacional, corroborada por los premios que le han sido otorgados en distintas partes del mundo.
“A cuatro meses de haber llegado a Venezuela se hizo la primera cerveza del país. Los inmigrantes alemanes trajeron lúpulo, cebada y en la casa que está enfrente de la iglesia, allí en el sótano, se elaboró la primera cerveza”, cuenta el artesano.
Negada a partir
Isaura espera que su hijo crezca y se desempeñe en Venezuela, por la tranquilidad que le brinda el país a pesar de las circunstancias. “A Venezuela la sueño como cuando era niña. Aquella época donde manteníamos el buen turismo. Veo a Venezuela mejorando y creciendo”.
Por eso, desde su espacio, intenta que los turistas puedan pasar un momento agradable. El centro recreativo La Ballesta, donde trabaja Isaura, promueve el turismo en la zona como una forma de resistencia a los embates de la crisis. “Aquí atendemos entre 50 y 100 personas cada fin de semana. Nosotros somos una demostración de que aún se pueden hacer cosas en la Colonia Tovar”.
El artesano también está atado a esta tierra, por su clima y la calidad de sus personas. “El venezolano es un tipo de gente muy amistosa, para conseguir amistades en Alemania es muy complicado. Yo me fui a estudiar a Alemania, pero el corazón y la cabeza las tenía aquí. Es muy difícil irse de un país donde tienes tu lucha, tu esfuerzo y tus amistades de toda la vida”.
Gracias a quienes comparten el mismo sentimiento de Isaura, la Colonia mantienen sus tradiciones: el Carnaval con las comparsas del famoso personaje del siglo XVIII Jokilis (combinación entre arlequines y bufones) y Gorilas; la Bendición de las Cosechas; la fiesta de Fundación el 8 de abril; el Oktoberfest de música típica alemana y música de cámara; el 11 de noviembre las fiestas patronales de todos los viajeros en honor a San Martín de Tours y una Feria de Flores, Frutos y Artesanías.
“El que pisaba la Colonia Tovar en los años 80 y 90 quedaba enamorado, como lo estoy yo. Tengo el corazón enterrado aquí”, apunta el comerciante.
El artesano, el comerciante y muchos otros colonieros se mantienen en la Colonia por la conexión que sienten con el lugar, por su historia, por las condiciones climáticas, las oportunidades, la tranquilidad y la cercanía que tiene con distintos puntos de la ciudad.
Isaura también permanece por muchas razones: “Me quedo porque Venezuela es el lugar que acogió a mis ascendientes. Es el lugar que me ha dado todo: mi vida, mi hijo, mis estudios. Quiero devolverle algo a esta tierra”.