ARELIS CASADO
La lideresa que sueña con una comunidad productiva para que los jóvenes no “pierdan su esencia” en las minas
ARELIS CASADO
La lideresa que sueña con una comunidad productiva para que los jóvenes no “pierdan su esencia” en las minas
La capitana de Santo Domingo de Turasén prioriza la atención de su familia por encima de su rol como dirigente indígena comunitaria. Cuando en casa todo está resuelto, sale a a trabajar por su gente, siempre en compañía de sus hijos
Siete días después de su investidura como capitana de la comunidad indígena Pemón de Santo Domingo de Turasén, Arelis Casado -43 años, madre de siete y abuela de seis- lidera a los hombres de la aldea (entre ellos su marido) en la limpieza de la cancha de fútbol, las áreas verdes y las orillas de la quebrada que da nombre al lugar y de la cual toman el agua los 366 pobladores. Es la primera mujer capitana de Turasén, juramentada el 8 de septiembre de 2021, exactamente tras un año y medio de pandemia. No usa tapabocas ni mantiene distanciamiento y saluda con un firme apretón de mano frente al ambulatorio de la comunidad, recién terminado por el consejo comunal, que es atendido por una sola enfermera. Por fortuna, la pandemia apenas ha entrado a la comunidad. En Turasén sólo ha muerto por Covid 19 una mujer y eso ocurrió probablemente porque sus familiares demoraron mucho en procurar atención médica. Eso cree la capitana.
“Turasén quiere decir en donde se cruza, de aquí para allá y de allá para acá. Así nacen los nombres, le preguntaron al abuelo en dónde y él respondió, en donde se cruza la quebrada y quedó así, Turasén”, explica ella, mientras gesticula con fuerza y precisión, “de aquí para allá y de allá para acá, así fue”. Arelis suele hacer referencia a las enseñanzas de los ancestros. Se expresa bien en español, pero en pemón taurepán habla más rápido y con autoridad. “Yo pasé por las escuelas, pero en sí no dejé de hablar en mi idioma (...) Los ancestros decían que teníamos que estudiar, aprender el español, pero debíamos mantener nuestras costumbres, nuestro idioma y esa es la posición de nosotros con los jóvenes”, expresa.
El día de su juramentación como capitana, , Arelis se comprometió ante los suyos y el capitán general del Sector 6-Akurimö, Jorge Gómez, a trabajar por su comunidad de acuerdo a los usos y costumbres de su pueblo y a las leyes de la República Bolivariana de Venezuela. Lo hizo de pie, sobre el podio de la churuata de aproximadamente 70 metros de largo, una de las más amplias de la zona, con su mano derecha en alto, mientras con su izquierda presionaba el plexo solar, aquel al cual se le conoce como la antena receptora de las emociones o el segundo cerebro.
La nueva capitana no juramentó a nadie como su segundo o segunda, ni mujer, ni hombre. Sólo a la Junta Directiva, conformada por cinco personas; al Consejo de Ancianos, integrado por 10 y su coordinador y a los líderes de la Seguridad Indígena Comunitaria, la Guardia Territorial Pemón (GTP). Todos estarían bajo su tutela para el periodo 2021-2024.
Arelis llevaba una blusa negra, gargantilla de cuentas, chaqueta y pantalón blue jean, sandalias negras altas y una diadema de moriche terminada en una flor. Poco antes del acto, Darcy Sánchez, capitana de la comunidad de Manak Krü y candidata indígena a la Alcaldía del Municipio Gran Sabana, la maquilló un poco y le colocó los accesorios que, junto con Lisa Henrito, capitana de Maurak, le obsequió a Arelis para ese día. Tanto Darcy como Manolo Vallés, el ex alcalde y candidato del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), habían sido invitados por Arelis.
Las primeras dos familias en asentarse en ese costado de la vía que conecta Santa Elena de Uairén con la segunda parroquia del municipio Gran Sabana, Ikabarú, llegaron desde la comunidad de Maurak con el objetivo de estar más cerca del bosque y de los conucos, que cada vez se encontraban más lejos del caserío matriz. Cuando a esas familias se fueron sumando otras, los pioneros sugirieron conformarse como una comunidad independiente y así lo hicieron. Entre ellos, recuerda Arelis, estaba el profesor José Vásquez, el líder de la GTP asesinado en 2018. Turasén se encuentra a seis kilómetros de Santa Elena de Uairén y a dos de Maurak, en la intersección que lleva desde la vía principal hacia la carretera de tierra.
Arelis es nativa de Chirikayén, la comunidad asentada al pie del tepuy conocido como el Indio Acostado, por el perfil que describe la forma de la montaña, un gigante de roca con 180° de vista hacia la Gran Sabana. Desde allí llegó a Maurak, en donde formó su familia. El mayor de sus hijos tiene 27, el menor cuatro quien está con ella en todo momento. “Él fue prematuro, tuve que hacer mucho esfuerzo para que estuviese conmigo”, explica.
Terminó su bachillerato nocturno en la Escuela Técnica Agropecuaria (ETA) de Maurak, cuando ya era una mujer casada y con hijos. En 2015, obtuvo el título de Técnico Superior Universitario (TSU) en Gestión Ambiental en la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV). Descartó continuar y optar por la licenciatura porque sus muchachos la necesitaban en casa. Su marido había asumido la Capitanía. “Fue una escuela para mí, dice, y venía viendo que hace falta un líder que se enfoque en el trabajo de la comunidad”. Entonces, era frecuente ver a Arelis en las actividades colectivas, sobre todo en las vinculadas a las mujeres, a su derecho a una vida libre de violencia y a su formación como lideresas. También fue niñera y docente inicial del “Simoncito” (guardería) de Maurak y fue electa como suplente del concejal indígena Jorge Pérez, pero sólo asiste cuando es convocada al Consejo Municipal.
En 2021, segundo año pandémico, le pidió al Consejo de Ancianos que realizara un estudio sobre los problemas más graves de la comunidad “y viendo todo eso, me dije, hace falta alguien que trabaje sobre todo esto”. Ya no se trataba de una percepción, más bien sí de una certeza. Se postuló a la Capitanía y ganó. Su plan es hacer de Turasén una comunidad productiva para que nadie y menos aún los jóvenes tengan que ir a las minas. “La mina es riesgosa y mayormente los jóvenes pierden el respeto, por las drogas y el alcohol; lo que decían los ancestros, pierden su esencia”, expresa.
Por lo pronto, el único ingreso de la Capitanía proviene del alquiler de dos galpones. Los de Turasén viven fundamentalmente de la agricultura de subsistencia. Arelis va al conuco al menos tres veces por semana. La pintura roja de sus uñas se ha ido cayendo poco a poco. Tiene quien le compre su casabe. Eso es una ventaja, no tiene que salir a venderlo. La GTP dispone de cuatro hectáreas para producir. Arelis quiere que allí se siembren cultivos de corto plazo: maíz, caraota, frijol, auyama más algunos de largo plazo, piña, yuca amarga. La idea es que las cosechas de la GTP también contribuyan a mejorar la economía colectiva.
Admite que algunos pocos indígenas, quienes tienen algo de capital, participan de la comercialización de gasolina y que algunos jóvenes van a las minas. Pero asegura que Turasén sigue siendo una comunidad agrícola. Cuando aclara aspectos como estos, es enfática. Se cuida de ser entendida y de que su versión quede tal cual.
Su idea es mejorar las condiciones del lugar para la agricultura, mediante la construcción de una represa y facilitar la comercialización de las cosechas a través del establecimiento de un mercado comunitario permanente, donde incluso puedan vender los productores de otras comunidades. También quiere organizar una carpintería, una bloquera, una herrería y un taller de costura comunales.
Sobre las 12:30 del mediodía, cuando ella regresa a la cancha de fútbol, los hombres comienzan a recoger machetes, escardillas y apagar sus máquinas.
“Le estamos haciendo un cariñito a la comunidad”, para lo cual la Capitanía paga el combustible de las guadañas y la comida. El primer día unas 40 personas entre los trabajadores, las cocineras y los niños comimos tumá, casabe, arroz, lentejas y pollo guisado. Para el segundo día, Arelis les pidió a todos que llevaran sus envases y cucharillas porque servirían sopa. Sobre el centro de la mesa van pasando el kumachí y el Chikirimá, dos tipos de picantes en salsa y en polvo. Arelis se sienta a un lado, iniciando la fila, junto a su esposo. Un anciano hace la oración antes de comer, todos cierran los ojos. Arelis también cierra sus ojos. Ninguno come antes de que Arelis tome asiento y comience. Durante la comida, todos hablan en pemón, incluso los de aspecto obviamente mestizo y nadie se va sin despedirse de ella. Ella les agradece.
Cuando ya casi termina el almuerzo, llega uno de los organizadores de los Inter comunidades “Maurak 2021”. De inmediato, una de las mujeres le coloca un plato de comida. Así es la costumbre, sin protocolo, ni ofrecimiento. Él comparte con Arelis las responsabilidades de Turasén, como comunidad alterna de alojamiento. Explica que deberá alojar los atletas de cinco comunidades. Trata de transmitirle la información sin que parezca abrumadora. Dice, por ejemplo, “lo importante es tener algo frío, para recibir a los atletas cuando lleguen de sus encuentros, no necesariamente tumá, que es muy caro”, además de la leña. Insiste en lo de la leña. Pero Arelis, quien estaba por partir, se descuelga su morral negro, saca su cuaderno, de espiral, con paisaje playero de portada y su bolígrafo y comienza a hacer preguntas y a tomar notas. Calcula que si los recibe a todos, se doblarán durante 15 días los habitantes habituales de la comunidad.
Hace un par de preguntas y deja claro que puede ofrecer la escuela, así como la churuata para las hamacas y los alrededores para las carpas. “Aparte de eso, no ofrecemos más nada”, pues no disponen de agua para tomar ni de tanques para usar los baños de la escuela. En Turasén falta el agua porque la comunidad perdió cinco bombas sumergibles debido a las fallas eléctricas. La capitana también advierte que entregarán a los jefes de las delegaciones el reglamento interno de la comunidad, la GTP mantendrá un único acceso y revisará los “bolsitos” de los atletas cada vez que ingresen. Quizás parezca dura, estricta, pero ella mira directo a los ojos y con frecuencia sonríe.
Después de comer, su hijo menor la llama desde el carro. Ella le pide que espere.
¿Cómo haces con la atención de la casa, de la familia y el trabajo?
“Tengo una planificación en mi hogar, en primer lugar, a primera hora, en la cocina y después en mi comunidad”. Su hija de 20 años está siempre allí, conduciendo el carro o la moto, cuidando de su hermano menor, apoyándola en la cocina o con su celular, pues a Arelis le robaron el suyo hace algunos meses y no lo ha repuesto.
Poco antes de cerrar la jornada de trabajo comunitario, el hijo adolescente de Arelis llega de Chirikayén conduciendo una moto. A la madre capitana se le ilumina la cara, sonríe como no lo hizo antes. Es ella, en todo su esplendor. El menor también sonríe y abraza a su hermano.