DARCY SÁNCHEZ

La lideresa mestiza que unificó la candidatura indígena a la alcaldía

DARCY SÁNCHEZ

La lideresa mestiza que unificó la candidatura indígena a la alcaldía

La capitana de la Comunidad Indígena Pemón de Manak Krü es una sobreviviente de la adversidad en muchas de sus facetas. La ha sabido derrotar con ímpetu y su sonrisa perenne que es casi una carcajada

“Yo fui muy maltratada”, responde Darcy Sánchez, capitana de la Comunidad Pemón de Manak Krü, en cuanto se le pregunta cómo llegó ella -huérfana, mujer, madre a temprana edad, mestiza, de madre indígena y padre no indígena, no hablante de su idioma- a ocupar el cargo de mayor relevancia dentro de uno de los asentamientos más importantes de su pueblo. “Me querían tratar como a una inepta, una incompetente y yo no lo podía permitir”, explica.

Manak Krü, expresión del idioma Pemón que se traduce “de donde mana”, es decir, de donde proviene el agua, es la comunidad indígena aledaña a Santa Elena de Uairén. Por su cercanía a la frontera con Brasil y por encontrarse en  la capital del municipio Gran Sabana, es la más poblada y diversa de las comunidades pemón: alrededor de 4200 habitantes, 600 de ellos no indígenas.  También padece  muchos de los conflictos de una barriada urbana venezolana, pobreza, hacinamiento, servicios deficientes y niveles de violencia llamativos en comparación con otras comunidades.

¿Maltratada? Darcy hace  una retrospectiva que comienza con las expresiones de rechazo, abuso de poder, incomprensión, antipatía de varios de los líderes y lideresas anteriores, entre los que se encuentran  algunos de sus familiares; pasando por la agresión física y sicológica de la cual alguna vez fue víctima en su primera relación de pareja. También menciona su maternidad a los 17, sus tropiezos escolares (comenzó el bachillerato con 15 y apenas terminó tercer año); hasta llegar a su nacimiento, el 30 de octubre de 1979,  en la Medicatura Rural de Santa Elena. Once meses después, su mamá murió ahogada. La niña creció con su abuela materna. “Ella es mi mamá, la única que conocí”, dice refiriéndose a Cecilia, de 83, lúcida, activa, espontánea, sonriente. La criaron sus abuelos y tíos maternos. Sus propias deficiencias con el idioma pemón las atribuye al maltrato y a la vergüenza que le provocaba ser mestiza, indígena: “No aprendí para que no se burlaran de mí”, confiesa y suaviza el despecho con una sonrisa que muta en carcajada.

Darcy recuerda también como maltrato que siendo muy joven comenzó a trabajar en una discoteca como promotora de una cerveza líder del mercado y al menos una vez cuando regresaba -en taxi- una alcabala comunal la obligó a descender del carro y a caminar, en tacones y bajo la lluvia, porque estaba prohibido el ingreso nocturno de taxis a la comunidad; Darcy vendiendo sus primeras dos cajas de cerveza en su casa y luego abriendo su propia cervecería, una instalación modesta y bien decorada con motivos tradicionales, construida entre su casa y la de su mamá-abuela; Darcy motivando a otras mujeres para que asuman el liderazgo de la comunidad, pues siempre ha creído en la creatividad femenina; Darcy entusiasmando a su amiga María Isabel Girón, quien fuera durante 11 años directora de la Escuela “Fe y Alegría de Manak Krü”, para que se postulara como capitana y María Isabel diciéndole “Pero para qué vas a buscar más si puedes ser tú”. Risas.

A sus 35, se inscribió por vez primera como candidata a ocupar la Capitanía de la Comunidad Indígena de Manak Krü y los ataques arreciaron. Las habladurías eran  las mismas que aún dicen sus detractores: Que si vende cervezas y drogas; que si prostituye a las muchachas de la comunidad; que es comadre de Antonio Fernández, “Toñito”, un empresario local, antes cercano al Gobierno Nacional, cuyo nombre figura en la lista de solicitados por la operación Manos de Metal lanzada por Nicolás Maduro para combatir la minería ilegal y el tráfico de oro. “Al principio, yo lloraba, pero María Isabel me fortaleció”, expresa. “Hablan de ti porque eres fuerza y te quieren debilitar, me decía”. Quedó en segundo lugar con 182 votos, detrás de Jorge Alí, primo de su mamá, religioso, educador, de trayectoria y uno de sus críticos, quien consiguió el cargo con 350 votos. 

“Yo era muy, muy volada, pero María Isabel me fue educando”, recuerda. Ella admite que los ataques  se debían en parte a su temperamento y a su vez lo volvían  más explosivo. Cuando Alí falleció, Darcy convenció a María Isabel de que se postulara, pero la educadora también murió al poco tiempo en un accidente de tránsito. “Cuando ella fallece, en 2016, me llené, así como de fuerza (...) Yo decía Diosito dame la capacidad para gerenciar este desorden”.   

En 2017, volvió a postularse. A las acusaciones, se sumaron el incumplimiento de los requisitos para competir por una capitanía, como sus fallas en el manejo del idioma y su condición mestiza, además del convivir con un extranjero (sirio) sin casarse. Un miembro del Comité Electoral (“tomado”) y el propio Consejo de Ancianos, máxima instancia de decisión dentro de la organización tradicional, la confrontaron. Ella los retó: “Les dije que, si tenían pruebas de todo lo que se decía, revisaran mi casa y, si encontraban algo, yo saldría de la comunidad”. Recuerda que transcurrieron varios minutos de silencio y luego una miembro del Consejo Ancianos, así como el miembro del Comité Electoral se disculparon. “Yo puedo tratar a un doctor y no quiere decir que yo sea doctora. El hecho de que yo trate a las personas, no quiere decir que yo sea como ellas”, habría dicho con respecto a su amistad y compadrazgo con “Toñito”, sobre el que  refiere: “Era un limpio cuando vivía  con una prima en mi casa”. Se convirtió en el padrino de su segunda hija y luego, ya con negocios, la empleó como cajera de su discoteca durante tres años. 

Darcy perdió a su madre cuando era una bebé de once meses. La niña creció con su abuela materna. “Ella es mi mamá, la única que conocí”, dice refiriéndose a Cecilia, de 83 años, lúcida, activa, espontánea, sonriente. Foto cortesía: Darcy Sánchez

Darcy perdió a su madre cuando era una bebé de once meses. La niña creció con su abuela materna. “Ella es mi mamá, la única que conocí”, dice refiriéndose a Cecilia, de 83 años, lúcida, activa, espontánea, sonriente. Foto cortesía: Darcy Sánchez

En cuanto a las acusaciones de proxeneta, Darcy comenta una situación a la cual se le relaciona como prueba: la visita  de una productora de televisión internacional a Gran Sabana en 2010. El equipo solicitó un grupo de muchachas indígenas como talentos y uno de los extranjeros se quedó encantado con una de ellas. La chica le preguntó a Darcy si podía intimar “con el gringo” y ella le recordó  “ese cuerpo es tuyo”.  El cuento trascendió. “Si yo las prostituyera, dónde están esas madres que no han venido a denunciarme”, expresó.

“El chisme es una bomba de tiempo, igualito que una guerra”, expresa.

 “Quien considere que yo soy una mala influencia puede alejarse de mí, como yo me alejo de aquellas personas a quienes considero una mala influencia (...) Yo tengo mi negocio, comencé a los 19 años con dos cajas de cerveza y lo he ido haciendo poco a poco”, me dijo un sábado de junio. Sin embargo, a su casa llegan mujeres y hombres vendiendo ají picante y bachacos; artesanos ofreciendo  penachos, pulseras y tobilleras, de plumas, semillas y cuentas, que la capitana adora; mujeres con niños en brazos mostrándoles yare, el sumo de la yuca amarga para hacer kumachí, picante. Darcy les dice que no tiene dinero, pero -ante la insistencia-, busca en su bolso como quien escarba la tierra o pide prestado. Explica que no puede dejar de ayudar a los paisanos que venden para llevar algo de comida a sus casas.

  Ganó la Capitanía por primera vez en 2017 con 285 votos; quien la siguió obtuvo 180. Esa primera gestión no estuvo exenta de inconvenientes y momentos terribles, pues a la oposición interna se sumó la crisis nacional, el Arco Minero del Orinoco (creado un año antes) y el conflicto por el control del territorio indígena. Así, por ejemplo, bregó nuevamente con el rechazo del Consejo de Ancianos y constituyó un nuevo equipo con un grupo de mayores dispuestos a acompañarla . Aunque asegura que no lo decidió, asumió la responsabilidad de la toma de la Casa Presidencial de Manak Krü por parte de varias comunidades pemón. La edificación, construida en piedra como lugar de descanso, bajo el gobierno del entonces presidente Rafael Caldera, fue ocupada en 2018 por 200 indígenas pemón en rechazo al uso excluyente que se hacía del sitio. La toma se habría discutido ya en una asamblea de capitanes, pero no se había decidido. Los manifestantes  vinieron de las comunidades alrededor de Santa Elena para respaldar al alcalde indígena opositor Emilio González ante la advertencia de que sería detenido. Aunque eso no sucedió, la gente actuó al fragor del momento. La versión ha sido corroborada por otros líderes, así como el valor y la lealtad de Darcy para con los suyos. 

Cada vez hay mayor presencia de mujeres en las capitanías comunitarias del Pueblo Pemón. Foto cortesía Darcy Sánchez

Cada vez hay mayor presencia de mujeres en las capitanías comunitarias del Pueblo Pemón. Foto cortesía Darcy Sánchez

La Casa Presidencial quedó bajo la gestión de Darcy por encontrarse dentro de los límites de su comunidad. Allí funciona ahora el Centro de Salud Integral “María Isabel Girón”, que presta servicios de consulta y hospitalización permanentemente y de especialidades como odontología eventualmente, todo gracias a donaciones. Allí fueron atendidos los 21 pacientes de la comunidad que resultaron infectados por Covid-19 al principio de la pandemia. 

En febrero 2019, un mes marcado por la intervención militar en Kumarakapay y Santa Elena en respuesta al supuesto ingreso de la ayuda humanitaria desde Brasil, un hecho que dejó al cuatro muertos indígenas, tres no indígenas y decenas de heridos, el esposo de Darcy (y padre de sus dos menores) se vio obligado a huir hacia su Siria natal, pues fue acusado de traficar y colocar armas en manos de los indígenas. Su esposa explica que ella misma le pidió que se quedara en casa, pero que él, al darse cuenta de que las tanquetas de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) arremetían contra quienes se encontraban en la Casa Presidencial, decidió llevar varias cajas de cerveza vacías para construir bombas molotov, a solicitud de una vecina.  Esas habrían sido las armas por las que se le acusó.

En 2020, completado su primer período de gestión, Darcy habría decidido retirarse. Pero, entonces, desde el Comité Electoral le comunicaron la decisión de inscribir sólo a personas que fueran 100% indígenas, que hablaran el idioma a la perfección, de impecable conducta y sin inconvenientes con el Gobierno. Darcy, tomó los requisitos como una afrenta personal, encaró a los miembros del Comité Electoral, la mayoría no hablantes de su idioma y casados con no indígenas. “Con qué moral dicen ustedes eso”, les preguntaría. “Yo les hacía así”, expresa mientras gesticula con sus uñas estampadas cómo preguntando cuál es el problema. Se postuló y obtuvo 328 votos contra 180 de su contendor. “Yo no soy 100% indígena, ni hablo el idioma a la perfección, aunque lo machuco feo y entiendo perfectamente. Pero conozco mi cultura y, en donde me he parado, he sabido defenderla. Eso no lo hacen muchos que hablan perfectamente”, dice y agrega: “Ya aprendí y no tengo que hacer expresiones, simplemente escucho, después respondo”.

“La mina es el principal problema del Pueblo Pemón” afirma la capitana Darcy Sánchez durante un recorrido por su comunidad en junio de 2021

“La mina es el principal problema del Pueblo Pemón” afirma la capitana Darcy Sánchez durante un recorrido por su comunidad en junio de 2021

Una tarde calurosa, mientras tres comemos helado de galletas, Darcy escoge uno de limón. Así de irreverente es ella. Por irreverencia, por vocación, porque desea hacer carrera o una mezcla de todo lo anterior, Darcy compitió, en junio de 2021, frente a cuatro hombres, en las primarias a la candidatura unitaria indígena a la Alcaldía de Gran Sabana y ganó. Desde que se lanzó, Lisa Henrito, capitana de Maurak, celebró su decisión en su cuenta de FaceBook. La definió como “mi amiga, mi hermanita y colega, una mujer carismática, frontal, inteligente, guerrera, políticamente correcta, pero, rebelde dentro del marco constitucional y defensora de los atropellados del municipio”.

   “Ya gané”, afirma y se carcajea cada vez que se le menciona el tema de su candidatura. En esa defensa de los atropellados, Darcy viaja con frecuencia a Puerto Ordaz y Ciudad Bolívar (a veces acompañada por Lisa)  para visitar y saber de los 76 pemón que están tras las rejas por diversas causas. El avance de la minería no sólo ha impactado el ambiente de la Gran Sabana, también a sus habitantes originarios. El propósito de Darcy es acompañarlos, darle seguimiento a los casos, que se respeten los lapsos y condiciones personales, llevarles algo de alimento o cuando puede algo dinero para pagar las “causas”, cuidados internos y alimentación.

Un lunes de junio de 2021, Darcy interrumpió su jornada del día para visitar a un tío político, diabético y ciego en uno de los barrios más populares de Santa Elena. Le había prometido una farinha (harina gruesa hecha de yuca) un día antes. Colocó la bolsa en sus manos y dijo “lo prometido es deuda”. El hombre reconoció la voz de inmediato: “Dios te bendiga de verdad, por ese gesto de ayer, me trajiste una comida. Que Dios te ilumine. Si tu abuelo-padre viviera, estuviera muy orgulloso de ti”, le dijo. 

Al final de la tarde, recibió en su casa a Briseida Velásquez, capitana de la Comunidad Indígena Pemón de San Miguel Caracol, otra mujer y su hija adolescente. La mujer, originaria de Wará, denunció a su marido, nativo de Caracol, por abusar sexualmente de la hija de ambos (15 años). El hecho ocurrió en la vivienda que ocupaban en Manak Krü. La familia del hombre presionó a Briseida para que interviniera en favor de él, detenido en el Destacamento 623 de la GNB a quien supuestamente liberarían a cambio de 10 mil dólares. Briseida aseguró que no intervendría en favor de alguien que en lugar de cuidar de su hija le hizo daño. La esposa, presionada por su familia política, dijo: “Yo estoy firme”. Darcy, quien acompañó la acción inicial como líder de la comunidad en donde ocurrió el hecho, fue enfática: “Estamos trabajando mal porque los problemas de la Jurisdicción Ordinaria los estamos agarrando para nosotros también (la Jurisdicción Indígena) Violación, drogas, asesinatos son cosas graves (...) Yo no voy a acompañar ese abuso”.

Aquella noche, un carro rojo chocó  contra un poste, la puerta de una casa y saltó la acera hasta impactar en la cancha de Manak Krü  Afortunadamente el carro, conducido por un muchacho de la comunidad, no arrolló a nadie. Muchos se congregaron alrededor del accidente. “Nosotros mismos estamos permitiendo que nos dañen Manak Krü”, decía una mujer. Darcy llegó, tomó fotos de lo ocurrido, detuvo al conductor y lo llevó en el cajón de una Toyota pick up hasta la sede de la Capitanía y de la Seguridad Comunitaria en donde fue chequeado por la médica a cargo del Centro de Salud Integral. Eran casi las 9:00 pm.

Ahora, con 42, camino al lugar en donde nace la Murumpá, precisamente la fuente de agua que da nombre a la comunidad, Darcy Sánchez explica que en ese sitio se está cavando para construir un dique comunitario que independice a Manak Krü del dique Wará, una presa localizada en la comunidad vecina, sistema añejo que con dificultad continúa surtiendo de agua a la mayor parte de la creciente y anárquica zona urbana de Gran Sabana. El acueducto de Manak Krü funcionaría por gravedad, es decir no se paralizaría con las fallas eléctricas. Esta mañana, la capitana acarreó agua para bañarse desde uno de los pipotes que tiene en el patio.

“Pero esto no es una mina”, aclara frente a la excavación donde ocho niños, tres mujeres y alrededor de 20 hombres, todos habitantes de Manak Krü, cavan en busca de oro al tiempo que abren el hoyo que constituirá el dique comunitario. La idea de Darcy, -quien  dice que estaría “deprimida” si no supiese el propósito de la intervención-, es que la propia comunidad construya la presa, quienes participen como obreros se beneficien con el oro que encuentren y que el dueño de la máquina minera que acelera la obra también se cobre.

Su plan, explica, apunta a la preservación de la fuente que de otro modo permanecería expuesta a la presión de una comunidad que va a la mina para sobrevivir. Está segura de que todos tendrán que involucrarse en el cuidado del riachuelo que aporta el agua. “La mina es el principal problema del Pueblo Pemón”, expresa en un  video del 11 de junio de 2021. “Ustedes lo que están es destruyendo. Yo siento que esos son los brazos y las piernas de los árboles  que ustedes están cortando”, les habría dicho a unos mineros en uno de los tantos yacimientos de la Sabana. Sin embargo, no todos creen en el proyecto. “Resulta que ahora están haciendo mina allí. Es algo muy triste”, dijo una habitante de la comunidad, descendiente de los primeros líderes, quien explicó que el nombre auténtico de la quebrada es Marún Patá, en alusión al lugar en donde crece una planta de poder similar a la batata. La obra, motivos y reacciones reflejan la realidad de un pueblo que, contrariando sus tradiciones, busca oro para comer. 

Darcy es la capitana de Manak-Krü, la más poblada y diversa de las comunidades Pemón. Padece conflictos de una barriada urbana de Venezuela: pobreza, hacinamiento, servicios deficientes y violencia

Darcy es la capitana de Manak-Krü, la más poblada y diversa de las comunidades Pemón. Padece conflictos de una barriada urbana de Venezuela: pobreza, hacinamiento, servicios deficientes y violencia

Por lo pronto, el paisaje es desolador, una típica mina de mediana escala en el sureste de Venezuela: barro, huecos, hombres, mujeres y niños harapientos, enlodados y sudorosos; hombres con rostros de angustia; mujeres agotadas; niños con cara de hombres llevando lo que necesitan en el morral escolar tricolor; ancianos que cavan sin descanso. La miseria evidente contrasta con la fortuna por la cual hurgan en las entrañas de la tierra. La importancia del agua que mana -mágicamente, cristalina, constante- contrasta con la destrucción.

Darcy se sitúa en la colina alrededor y, aunque confiesa que nada entiende del ambiente minero, supervisa el trabajo procurando que todo funcione: hasta dónde llegará la excavación, que no se maltraten las palmas de kukuritos y los plátanos sembrados en lo que fue conuco; que los niños no se metan en los huecos que fácilmente podrían derrumbarse; que no falte el combustible de la bomba; que alguien done el gasoil; que todos coman; que todos en la comunidad se involucren en el aporte de alimentos. La capitana llega con panes a media mañana y antes del mediodía llama para pedirle a su equipo que envíen la comida para los trabajadores. Sobre las 12:30 pm llega un hombre con una caja con más de 20 viandas impecablemente servidas y cerradas. Ella misma reparte el almuerzo, comenzando por los niños y al finalizar llama para avisar que envíen ocho almuerzos más. Los niños le agradecen: “Gracias tía” y sonríen.

Los de Manak Krü, explica, siempre vivieron de la agricultura de subsistencia. Su abuelo tenía conucos donde sembraba maíz y arroz, si bien muchos eran empleados de las instituciones y comercios. La crisis los expulsó hacia las minas e incluso motivó la apertura de un yacimiento  en la parte alta de la comunidad. Darcy aclara que fue permitida por las autoridades anteriores, por tiempo limitado, considerando la proximidad de la Navidad y la situación económica. Pero, después de Año Nuevo, nadie quiso retirarse. Recién juramentada para su primera gestión, Darcy la intervino. Encontró 207 personas cavando y un sitio devastado. Ahora, relata ella, son pocos pues el acceso está restringido a la comunidad.

Darcy garantiza que la Capitanía no les exige colaboración porque lo que extraen apenas les alcanza para comer ¿La comunidad vive mejor ahora, con la minería o vivía mejor antes?

“La minería lo que trae es miseria, basta con ver los rostros de la gente en las minas, angustiados porque de ellos depende llevar algo a sus casas y, si no sale, no llevan. La agricultura eso sí es riqueza”.

La Capitanía, aclara, se financia del cobro de un impuesto de entre 30 a 100 reales ($.6 a $.20) a los comercios, . fórmula que fue implementada por Darcy. También se cobra por las parcelas del cementerio que  tienen un valor de 300 reales ($.60). Los miembros de la Seguridad Comunitaria hacen la fosa; el ingreso financia sus salarios y el auxilio a los enfermos.

Darcy, desde siempre, vive en la calle Makunaimó, en la casa familiar que ahora ocupan ella y sus dos hijos menores, el niño de cinco y la niña de 15. Su casa es igual al resto de las viviendas rurales construidas por el  programa social de la época en la Gran Sabana en los 70. Apenas un sobre techo y unas ventanas de las de Misión Barrio Adentro Tricolor, uno de los programas de asistencia social del gobierno de Hugo Chávez, la hermosean. Al fondo, la habitación conyugal, inconclusa, sirve de depósito. Mientras come, le promete al pequeño que lo llevará a casa de la vecina a jugar. Él insiste en que quiere llevar su arco y flecha y Darcy lo orienta. Le preocupa que su hija adolescente limpie, después de una intervención odontológica.

En la tarde, la capitana acompañará a un grupo de hombres en la colocación de una antena y paneles solares en la cima de la montaña. El equipo, donado por una organización no gubernamental, suministrará internet a toda la comunidad, incluso durante los apagones.

Un mes más tarde de la visita al dique-mina, algunas de las familias de la comunidad presionan por el cierre. Lo logran, pero, pocos días después, otra familia solicita que le den un día para trabajar y sacar algo de oro para atender a un familiar enfermo. Entonces, en cuanto uno de los hombres comienza a trabajar, una enorme roca se le viene encima, causándole lesiones graves “¿Será una reacción de la naturaleza?”, se preguntan algunos.